Una novedosa tesis de interpretación de la dinámica demográfica de la audiencia norteña nos ayudó a plantear un punto de quiebre que explica las agitaciones sociales del Quito colonial. Dicha tesis proponía una estrecha relación entre cambio demográfico—que es a la vez un juego de fuerzas entre presión sobre los recursos y adaptación de las poblaciones—y dinámica social. El siglo XVII en su conjunto habría sido de una tendencia clara a la recuperación demográfica. Ello fue tan así, segun los cálculos de Suzanne Alchon, que la población de la audiencia se duplicó hasta 1690. Con el telón de fondo de esta recuperación demográfica, la estructura productiva y las formas de subordinación de las aldeas campesinas a la dinámica económica, se consolidaron teniendo como instituciones fundamentales a los obrajes (Suzanne Austin Alchon, Native Society and Disease in Colonial Ecuador, 1991).
El año 1690 fue un punto de quiebre. Aunque no tenemos un estudio tan detenido como los que disponemos para sus efectos en la zona neurálgica del sistema colonial andino, en el sur, la famosa e inoportuna gran revisita y numeración general del virrey Duque de la Palata, tuvo para los nativos norteños los mismos efectos destructivos que para sus congéneres del sur. Los cambios en los montos del tributo, la detección y la presión sobre los forasteros, hicieron que la población se volatilizara también en este espacio del norte. El período de contramarcha que inició el último virrey de los Hapsburgos, no tuvo efectos positivos sobre ese universo social trastocado. Mucho menos si el cuadro general de la época conjugó una serie de factores edversos:
1691 epidemia de viruela que viene desde el sur del Perú.
1692 año de hambruna general por malas cosechas.
1692 epidemia de sarampión y viruela que vino de Nueva Granada.
1693 continúa la peste y se suma una ola de garrotillo que causa tres mil muertos, dejando una mortandad superior a los diez mil afectados.
1698 terremoto en Latacunga, Ambato, y Riobamba.
Así, el cuadro norteño es el de una típica crisis de antiguo régimen, con pestes, catástrofes, hambruna, trastocamiento general. La coyuntura de crisis da lugar a un largo período de estancamiento demográfico y retracción económica en el transcurso del siglo XVIII. Estas referencias pueden ahora ser comparadas con la clásica tesis de Robson Brines Tyrer, en su Historia demográfica y económica de la Audiencia de Quito (1988). En esas condiciones, el siglo XVIII quiteño, antes que en el conjunto virreinal, generaba las condiciones para una manifiesta protesta social.
Martin Minchom, en el texto que nos ocupa, confirma este momento de tránsito, definiendo la situación entre 1690 y 1720 como una coyuntura de media duración—veinte años y más—de malas cosechas. Los indios fueron particularmente afectados por ella, obligados como estaban a pagar tributo. Según los estudios que Minchom utiliza, especialmente el clásico de Robson Tyrer, esta época marca el inicio de un retraimiento y crisis del sistema de los obrajes.
Gracias a este estudio, ya podemos plantear que esta coyuntura fue un momento específico del tránsito de la sociedad india hacia las condiciones que la empujan a una actitud de protesta social, cuando las pautas establecidas en un pacto colonial temprano se habían roto. Se habían roto porque la dinámica demográfica cambió y la población india fue cambiando en sus determinaciones sociales, al compás del desenvolvimiento del sistema productivo y su crisis. Ahí estallaron los tumultos y las protestas.
Además de la protesta indígena, en Quito las movilizaciones, alborotos y motines, tuvieron un componente urbano muy interesante. Una plebe urbana que devino del cambio en la sociedad rural, puso la nota saltante a las conmociones políticas quiteñas que tuvieron su punto más importante en 1765.
El trabajo de Minchom pone sólidas bases para una interpretación específica de la dinámica social y política de la región quiteña. Junto con los trabajos mencionados y los de Karen Powers, Minchom ha formado un corpus documental e interpretativo, con mucha novedad, que ha sacado a la historiografía colonial ecuatorianista de un cierto descuido. Ellos han generado una robusta corriente que renueva nuestro conocimiento de la historia colonial americana toda.