Cuando en la segunda mitad de la década de 1970 algunos historiadores sociales norteamericanos comenzaron a plantear dudas sobre la eficacia de la idea del “crisol de razas” para dar cuenta del fenómeno de integración en la sociedad argentina de la masa migratoria de fines del siglo XIX y comienzos del XX, se iniciaba un poderoso canal de revisión de ciertos problemas de la historia social argentina, que una década más tarde nos muestra todo su vigor. Inspirados en la idea del pluralismo cultural y en una historiografía norteamericana que ya llevaba un par de décadas cultivándola, estos historiadores comenzaron a señalar indicios de que no había existido una homogenización de la sociedad argentina tan rápida y sencilla como generalmente se suponía por entonces. Y uno de los primeros y más significativos de estos indicios fue el estudio de las pautas matrimoniales.
Se analizó así la selección del cónyuge como una forma de medir la integración social de los inmigrantes; la homogamia indicaría un bajo nivel de integración y la heterogamia un nivel alto.1 Sin embargo, y más allá de alguna consideración general, poco tenida en cuenta a la hora de analizar los resultados, estas interpretaciones tienden a adoptar una perspectiva excesivamente simple del fenómeno de la selección de pareja. Así, el supuesto generalizado es que los contrayentes “escogieron” sus cónyuges según diversos atributos de éstos. Si existiera “crisol de razas” el factor étnico debía pesar poco y por lo tanto los matrimonios homógamos no deberían superar en mucho el nivel que el azar impondría como normal.2 En la medida en que la tendencia homogámica supera estos niveles, está indicando que el origen es un condicionante significativo de la elección matrimonial. Nosotros creemos que si bien esto es en buena medida cierto, lo es en un contexto mucho más complejo que debe ser tenido en cuenta. Por ello en este trabajo comenzaremos por considerar, aunque sea brevemente, los factores que pueden pesar en la selección de pareja. A continuación presentaremos algunos resultados de un análisis de pautas matrimoniales en un área rural (Necochea) y otra que combina un núcleo urbano relativamente chico y el medio rural circundante (Tandil), un tipo de contexto no considerado en los trabajos realizados hasta ahora. Estos resultados son cotejados con los presentados en estudios anteriores sobre Buenos Aires y Córdoba,3 y analizados a la luz de las reflexiones iniciales. Consideramos además variables no tenidas en cuenta en los estudios que nos precedieron. Interpretando nuestros resultados, avanzamos en la conclusion algunas conjeturas sobre el proceso de conformación de la sociedad argentina.
La elección de consorte: consideraciones generales
No “free market” situation exists, even when the “currency” is love. We may view marital unions as one representation of the community’s social boundaries, and as indicators of social fluidity or rigidity. The selection of mates provides information on local society, including its norms of ethnic integration and residential patterns, as well as on the way in which its recent members accommodate their interest to the new realities.4
Con esta apelación a la analogía del mercado, muy frecuente en los estudios de selección de cónyuge, presenta Szuchman la perspectiva de su analisis de las pautas matrimoniales. Sin embargo su interpretación parece presuponer que sí operó un mercado libre. Explicando el comportamiento de los inmigrantes nos dice en las páginas finales, “All they sought was their own happiness. In so doing they displayed the great flexibility required to find each other in a strange environment.”5
Existen condicionantes de la selección matrimonial, pero en realidad no parecen distintos de los condicionantes del gusto en cualquier selección del mercado. Al igual que en un mercado, los “demandantes” buscan libremente el producto que les dé mayor satisfacción a sus necesidades, y estudiar esta selección es una forma de conocer esos gustos y estas necesidades. Así, parece posible distinguir al menos cuatro factores que se articulan en la selección de pareja: (1) el atractivo físico, (2) la complementariedad de personalidades, (3) la compatibilidad de las pautas, valores y comportamientos culturales y (4) los factores de presión social externos al individuo.6
Para analizar los factores anotados, parece útil distinguir cuatro categorías básicas que, aunque muestran alguna aproximación a ellos, no guardan, como veremos, una relación de correspondencia. Éstas son: (1) el piano instintivo, es decir lo innato y común a la especie; (2) el personal psicológico, es decir, los elementos que conforman la personalidad individual; (3) el piano cultural “introyectado”, es decir, los valores, prácticas, costumbres, etc., que siendo socialmente definidas se hallan incorporadas en la personalidad de cada individuo que las asume inconscientemente como propias, y con frecuencia incluso como naturales; y (4) el social, donde encontramos los condicionantes y presiones externas al individuo.7
En principio, podríamos suponer que el atractivo físico se corresponde al piano de lo instintivo, la complementariedad de personalidad al psicológico y así sucesivamente, pero obviamente no es así. Por ejemplo, los factores psicológicos y culturales median de tal forma sobre la atracción instintiva que resulta difícil identificarla más allá de esos condicionantes. En general parecería existir una jerarquización de los niveles, según la cual los factores más complejos y sociales tienden a predominar sobre los más instintivos e individuales. Por último, los factores sociales establecen pautas de conducta, imponiéndose incluso a la voluntad de los individuos—voluntad que, por otro lado, ya ha sido preparada para este “sometimiento” a través de los condicionantes culturales.
En concreto, en muchos contextos sociales los individuos no “escogen” su cónyuge sino que les es impuesto por la sociedad (la familia, el sistema de relaciones interclánicas, razones de estado, etc.). Claro que, aun en las sociedades en que esta imposición es práctica habitual, los gustos y la personalidad del individuo pueden, ocasionalmente, ponerles límites—recordemos el caso de Romeo y Julieta, y tantos otros ejemplos literarios. Pero lo habitual es que estando culturalmente condicionados para aceptar e incluso buscar esta “imposición,” los individuos se sometan a ella. En otros contextos las personas tienen una libertad mayor para escoger. Pero esta libertad está condicionada por conveniencias sociales externas (la necesidad de ser aceptado, la necesidad de constituir una familia, razones económicas, posibilidades de ascenso social, etc.) y por factores culturales internalizados (difícilmente, por ejemplo, se pueda identificar la imagen materna o paterna en una persona que habla un idioma distinto, viste de manera diferente y actúa de acuerdo a normas, valores y pautas distintas de los propios).
En definitiva, no es probable que personas que pertenecen a sustratos culturales diferentes se hallen socialmente condicionados para contraer enlace entre sí (y más cuanto mayores sean las diferencias). Y aun cuando los factores sociales no pesaran, es probable que los culturales lo hagan de tal manera que resulte difícil la existencia de un atractivo físico y de una complementariedad de personalidades que tiendan a ocasionar la unión. Si esto es verdad las uniones conyugales de personas pertenecientes a contextos culturales diferentes deben tender a ser poco frecuentes. Cuando éstas se dan asíduamente, entonces, es probable que se deba a alguna circunstancia excepcional que debería ser identificada.
Ahora bien, no hay razón para identificar sin más la exogamia de origen con la heterogeneidad cultural. En concreto, dos personas pueden hallarse más o menos separadas culturalmente por sus diferencias de origen, pero además otros factores como su pertenencia a un determinado sector social, su nivel de educación, etc., pueden tender a hacer más profunda o más superficial esta separación.
Resumiendo, ceteris paribus, en la medida en que en la determinación de las uniones conyugales pesan las redes de interrelaciones familiares tejidas a nivel local, y que existen diferencias culturales significativas entre distintas regiones y países, es esperable que en la formación de matrimonios el factor origen tenga un peso significativo. Siendo así, ¿qué podría pesar hacia una conducta exogámica? Posibles causales serían la disolución de los lazos familiares, interfamiliares e interpersonales de las redes locales tradicionales, o su sustitución por otras nuevas, surgidas en el lugar de inserción y que no respondan al origen de sus integrantes; y la dilución de las particularidades culturales regionales o nacionales y la generalización de una cultura unificadora. Por fin, pueden darse condicionantes objetivos que presionen hacia la exogamia, como la necesidad de formar pareja para mejorar el status social o las posibilidades de acumulación, en un contexto de limitada disponibilidad de potenciales consortes de origen igual al propio.
Es evidente que las pautas matrimoniales exogámicas pueden ser a la vez una causa y una consecuencia del crisol de razas. En la medida en que éste se concreta, borrando los lazos interpersonales de origen y las peculiaridades culturales, facilita las conductas exogámicas. Por otro lado, la existencia de un comportamiento exogámico tenderá a diluir esos lazos y peculiaridades. Sin embargo, para los inmigrantes que arribaron a la Argentina habiendo alcanzado la edad adulta—la inmensa mayoría—es muy poco probable que su sola llegada y su residencia en ella, a veces bastante breve, haya diluido significativamente sus pautas culturales, e incluso sus vínculos tradicionales (y tengamos en cuenta que ambos se retroalimentan mútuamente). Lo mismo ocurre para los argentinos que se encuentran de golpe con una gigantesca oleada de foráneos. En esta primera generación, entonces, la exogamia de origen contendrá un importante elemento de heterogeneidad cultural, y cuando ocurra con frecuencia deberemos buscar alguna explicación específica. Por otro lado, sea cual fuere su causa, si existe, será un factor muy importante de sincretismo cultural. Al mismo tiempo, si existe una tendencia al crisol de razas, es de esperar que exista también una fuerte propensión a que, incluso en los ninos homogénitos (producto de uniones homógamas) predominen los factores culturales sincréticos emergentes por sobre los predominantes en la tradición familiar. Así, las pautas matrimoniales de los argentinos homogénitos de primera generación son un indicio de la existencia o no del crisol de razas.
Pautas matrimoniales en contextos rurales y urbano-rurales nuevos
Entre su apertura a la ocupación blanca, en la década de 1820, y la eliminación de los indígenas en la provincia de Buenos Aires en 1879, la región sudeste de la provincia fue un área de frontera de nueva colonización. Tandil, fundada como fortín en la primera oleada de ocupación, se convirtió en su núcleo urbano principal hasta que fue reemplazada por la ciudad-puerto de Bahía Blanca en la década de 1880; aun después siguió siendo un centro “urbano” relativamente importante, rodeado de una rica zona ganadera.8 Necochea, en cambio, es un partido de ocupación más tardía y de características netamente rurales durante el período. Un rasgo típico de la expansión territorial en la provincia de Buenos Aires en la segunda mitad del siglo XIX es que, así como el vacuno criollo fue el “preparador de tierras” para el posterior avance del ovino, también fue la población criolla la que predominó en las primeras oleadas de ocupación, en tanto que los inmigrantes europeos se asentaron preferencialmente en los centros urbanos y en las zonas de ocupación más antiguas. Por otro lado, como es habitual, las primeras oleadas estaban constituídas predominantemente por hombres solteros, y sólo el desarrollo posterior provocó un mayor equilibrio entre los sexos. Lo mismo ocurrió respecto a la inmigración externa.9
Así, en Tandil la población extranjera, todavía relativamente escasa en 1869 (16% del total), adquiere rápidamente mayor importancia (27% en 1881, 33% en 1895 y 37% en 1914). En cuanto a la composición por sexos, en la población nativa existe una marcada tendencia al equilibrio en el período, en tanto que el índice de masculiaidad es muy alto entre los extranjeros, con tendencia declinante hasta 1895 y luego aproximadamente estable (baja de 3 a 2.3 aproximadamente entre 1869 y 1895). Por otro lado, el peso inmigrante fue más significativo en la población adulta, de forma tal que ya para 1869 el 33% de los varones de 15 y más años y el 15% de las mujeres de ese grupo de edad eran extranjeros, llegando a constituir casi el 50% de los varones y el 27% de las mujeres en 1881 y el 60% y el 30% respectivamente en 1895. Las proporciones fueron probablemente superiores para 1914, pero lamentablemente el censo no provee la información desagregada por partidos.
La situación no es similar en Necochea. Allí la población extranjera, que era de menos del 10% en 1869, llega al 18% en 1881, 24% en 1895 y 27% en 1914. El índice de masculinidad entre los nativos todavía era alto en 1869 (2.35) y en 1881 (1.47), y si bien continúa disminuyendo, aún hay predominio masculino en 1914. Entre los extranjeros es altísimo hasta 1881 (6), pero para 1895 ha llegado a un nivel inferior al de Tandil, estabilizándose alrededor de 2 hasta 1914. Así las mujeres extranjeras pasan de sólo el 12% de las mayores de 15 años en 1881 al 30% en 1895 y los varones del 31% al 46% (ver Cuadro 1).
Un rasgo notorio es el escaso número de extranjeros en la población infantil. Por ejemplo, en Tandil los menores de diez años eran apenas 40 en 1881 y había 93 más entre diez y catorce; en 1895 el censo registra 44 niños extranjeros de menos de seis años y 360 entre 6 y 14. Si consideramos que los nativos menores de 15 años eran 3,386 en 1881 y 5,657 en es evidente que la participación extranjera en este grupo de edad fue muy baja. En Necochea la situación no era diferente. Esto nos señala la escasa frecuencia de la inmigración de familias con hijos hacia la región.
Los indicadores de estado civil, en cambio, señalan una proporción relativamente alta de casados entre los extranjeros, lo que sugiere que, o llegaban matrimonios sin hijos, o lo que seguramente fue mucho más frecuente, los inmigrantes contraían nupcias una vez en la Argentina. Así, basándonos en las cifras globales que se encuentran en el Cuadro 2, entre los varones nativos mayores de quince años se observa tanto en 1881 como en 1895 alrededor de un 65% de solteros, 30% de casados, y 5% de viudos, tanto en Tandil como en Necochea. Entre las mujeres nativas la nupcialidad es más alta, predominando una tendencia próxima al 46% de solteras, 43% de casadas, y 11% de viudas. Entre los extranjeros las variaciones en el espacio y en el tiempo son mayores, ya que el porcentaje de casados sube de 30 (Necochea) y 40 (Tandil) en 1881, a 49 y 45 respectivamente en 1895. Los solteros se comportan,obviamente, en forma inversa, siendo el número de viudos estable (alrededor de un 5%). En cuanto a las inmigrantes, el porcentaje de casadas oscila alrededor del 75%, y de viudas entre el 5 y el 10%, dejando entre un 15 y un 20% de solteras.10
En cuanto a la composición de la población extranjera por nacionalidad se destaca en ambos contextos hasta 1881 la importancia de los españoles, seguidos de los italianos. Pero en tanto que ya para esa fecha la población italiana era importante en Tandil, todavía era escasa en Necochea. Los franceses son el tercer grupo en importancia en ambos partidos, seguidos por otros grupos menores. Para 1895 la llegada de italianos es muy importante, pasando al primer lugar en Tandil, en tanto que en Necochea se mantienen en el segundo, ahora más próximo a los españoles. Los franceses siguen conformando el tercer grupo en importancia. Para 1914 ha aumentado notablemente el flujo español, que ha relegado nuevamente a los italianos a un segundo lugar en Tandil, y aumentado las diferencias en Necochea. En ambos partidos los franceses han perdido importancia relativa debido al cese de nuevos arribos y comienza a destacarse una incipiente colonia danesa, de llegada más bien tardía y que en Necochea, al menos en 1914, no va muy a la zaga del grupo francés (la composición de la población por origen en el Cuadro 3).
Hemos resumido aquí algunas características básicas de la población de la zona estudiada. Pasemos a considerar ahora la conformación de nuevas parejas, desde el punto de vista del origen de los contrayentes. En el caso de Tandil, para el período 1865–1895 nos basaremos en las actas de matrimonio de las parroquias católica y protestante (1865–1888) y del Registro Civil (1889–1895), un total de 2,885 casos.11 Para el período que va desde 1896 a 1914 en Tandil hemos tornado los datos del Registro Civil pero, dado el volumen de casos, optamos por trabajar con una muestra seleccionada al azar de 1,331 casos.12 En prácticamente todos los casos se consigna la nacionalidad de los contrayentes que es la información básica de nuestro trabajo. Otros datos relevantes como el de la nacionalidad de los padres de los contrayentes, su residencia, la provincia y localidad de origen de los contrayentes, aparecen con frecuencia variada y son utilizados ocasionalmente como información complementaria. Los mismos datos se encuentran disponibles en el Registro Civil de Necochea, que fue nuestra fuente para ese partido. Se tomaron los primeros 30 años de su funcionamiento (1889–1918), durante los cuales se llevaron a cabo 1,610 matrimonios. No contamos en este caso con el registro parroquial, y por eso carecemos de información previa a 1889, período en que, como hemos visto, la población, especialmente extranjera, era aun escasa.
Como se ha señalado reiteradamente en los estudios de este tipo, una dificultad consiste en que consideran solo las uniones “legalmente constituidas”. En la zona que estudiamos las uniones de hecho eran muy frecuentes, como se observa a través de la alta tasa de nacimientos ilegítimos. Estos disminuyen de cerca de un 40% a fines de la década de 1860 a un 20% en los primeros años de funcionamiento del Registro Civil en el caso de Tandil. Carecemos de datos posteriores a 1895, pero suponemos que ha continuado suavemente la tendencia bajista. Tampoco poseemos datos para Necochea pero es posible suponer que la situación no fue muy distinta. En este trabajo, sin embargo, nos limitaremos a considerar las uniones formalizadas civil o religiosamente, teniendo siempre presente en nuestro análisis que esto no conforma el total de familias constituidas en la región, aunque sí la mayoría de ellas, pero con un claro sesgo social.13
Existen diversas maneras de medir la endogamia y la exogamia a partir de los registros de matrimonio. Las dos más frecuentemente utilizadas para el caso argentino son el simple cálculo de porcentajes de personas de un determinado sexo y nacionalidad que contraen nupcias con personas de su misma nacionalidad (porcentaje de homogamia) y de otras naoionalidades (porcentaje de exogamia)14; y un “índice de homogamia” utilizado en el primer estudio sobre el tema por F. Savorgnan y retomado por Samuel Baily en su artículo de 1980.15 Ambos indicadores tienen ventajas y desventajas que hacen que debamos ser cuidadosos al interpretarlos. Los porcentajes de homo/exogamia tienen la ventaja de ser sencillos de estimar y de comprender, y de discriminar las conductas de cada nacionalidad y sexo. Su principal dificultad estriba en que no toman en cuenta las condiciones de la “oferta”, es decir, la cantidad de potenciales contrayentes de igual y de distinta nacionalidad que hay en el medio social donde se produce la unión, lo que obviamente influye sobre las posibilidades de unión endogámica.16
El índice de endogamia apunta precisamente a solucionar este problema. Es un indicador de la relación existente entre el número de matrimonios homógamos, y la probabilidad de que estos ocurran por azar. Si ambos valores son similares, lo que indica el escaso peso del factor en consideración (en este caso origen) en la constitución de la pareja, el índice se aproximaría a cero. A medida que las conductas endogámicas se hacen más marcadas el valor aumenta, llegando a uno cuando la endogamia es total. Por el contrario, en un grupo con mayor propensión exogámica los valores se hacen negativos, llegando a menos uno cuando no se producen uniones de igual nacionalidad.17
Este índice presenta, sin embargo, otras dificultades; la primera y más obvia es que se trata de un indicador más complejo de interpretar, lo que ha limitado su uso y el análisis de sus resultados.18 Otra dificultad consiste en que se trata de un indicador único por nacionalidad, promediando la conducta de hombres y mujeres.19 Una tercera dificultad del índice radica en que, para seguir con la metáfora del mercado, mide la “oferta” a través de la “demanda”. En efecto, las probabilidades de endogamia o exogamia por azar se miden a través de la participación de cada grupo nacional en el total de contrayentes en el período dado. Esto, sin embargo, no refleja necesariamente la cantidad de personas “disponibles” para el matrimonio existentes en la sociedad ya que los niveles de nupcialidad varían entre los distintos grupos nacionales.20
Pese a las limitaciones referidas, sin embargo, estos dos parecen ser los mejores indicadores disponibles, y si bien es posible elaborar otros más complejos que superen algunas de ellas, presentarían otras igualmente difíciles de salvar.21 Por ello hemos optado por presentar ambos indicadores y trataremos de ser cuidadosos a la hora de interpretar los resultados. En cuanto a la subdivisión del período de análisis, a fin de simplificar hemos preferido presentar los datos de Tandil en tres grandes etapas; la primera, que va hasta 1879, corresponde al período en que todavía se trata de una población de frontera; la segunda, hasta el segundo censo nacional (1895), es una etapa de consolidación y “modernización” socioeconómica, y de extranjerización de la población (hay emigración neta de nativos y fuerte llegada de inmigrantes).22 En la tercera, que va hasta el tercer censo nacional en 1914, se da una creciente complejización y diversificación social, paralela al proceso que ocurre en general en la region pampeana. Además, como se ve en el Cuadro 3, cada período se corresponde, a grandes rasgos, con un ciclo migratorio.
Para Necochea hemos optado por una división más sencilla separando el período en dos etapas de quince años cada una. En este territorio no se produjeron grandes variaciones estructurales en los años considerados, porque se trata de una zona rural que crece suavemente, con el ritmo general de desarrollo de la región. No nos hemos esforzado por hacer coincidir los períodos entre ambas localidades, ya que tampoco existió una sincronía en su desarrollo demográfico y social. Por otro lado, la información disponible para Necochea se corresponde en general al tercer período de nuestro análisis de Tandil.23
La primera aproximación a los datos de homo/exogamia en la región estudiada nos muestra que no difiere en exceso de lo señalado sobre Córdoba y Buenos Aires. En general los niveles de homogamia se hallan en rangos similares, aunque muestran una tendencia algo inferior a los de las grandes ciudades (ver Cuadros 4 y 5). Baily sugería en su artículo que “Assimilation may have taken place more rapidly and completely in Buenos Aires and in other urban areas than it had in the rural areas”24, aunque tampoco en Buenos Aires se habría dado tan eficazmente como lo suponía el modelo del crisol de razas. Esta idea en realidad se origina en el propio Germani, pero es retomada por sus críticos, a quienes les resulta muy conveniente, ya que concentra la discusión en el ámbito urbano, donde ellos pueden exhibir niveles de endogamia mayores a los esperados. Por lo pronto, contrariamente a este supuesto, nuestras cifras sugieren que en el sudeste bonaerense al menos, el ámbito rural o rural-urbano no mostró un comportamiento más “cerrado” que los ámbitos urbanos. Lo que en cambio parece haber tenido un nivel de influencia significativo sobre la conducta matrimonial de los inmigrantes es el ritmo de llegada. Resulta claro, tanto de lo observado por Baily y Seefeld en Buenos Aires, como de nuestros datos para Tandil y Necochea, que los momentos de predominio de un determinado grupo nacional en los arribos coinciden con el de mayor endogamia en ese grupo. Esto es significativo porque se ha observado no sólo en los porcentajes de endogamia, lo que sería lógico por la mayor probabilidad ligada al incremento del flujo migratorio, sino también en los índices, señalando una mayor propensión a uniones de este tipo.
Hay al menos dos factores que deben haber influido sobre este fenómeno. Por un lado, en las colectividades en que había arribos más frecuentes, el porcentaje de “recién llegados” debió ser más alto y la heterogeneidad cultural entre ellos y otros integrantes de la sociedad local mayor, en tanto que los lazos con la comunidad de origen continuarían siendo fuertes. Por otro, más allá de la estimación de probabilidad pura implícita en el índice, parece existir un efecto de “escala” en el comportamiento endogámico, al menos en lo que respecta a las tres principales nacionalidades (españoles, italianos y franceses).25 Vale decir que el tamaño de una colectividad parece favorecer la endogamia incluso por encima de la probabilidad matemática. Esto contribuiría a explicar un nivel de endogamia algo menor en Necochea respecto de Tandil, y de ésta respecto de Buenos Aires, donde el peso relativo de las comunidades de inmigrantes es mayor.26 También puede ser un factor para explicar la mayor tendencia exogámica del menor de los tres grandes grupos de inmigrantes, el francés, observada tan to en Córdoba como en Buenos Aires y la región sudeste.
Puede existir otro factor, estrechamente ligado al anterior, que explique la mayor exogamia en los ámbitos menos densamente poblados. En ellos, si bien las colectividades nacionales ocuparon un papel significativo en la vida comunitaria, existió una mayor interacción social entre todos los integrantes de la sociedad, precisamente por el efecto de “escala” y por el peso de las relaciones primarias.27 Esto puede haber limado las heterogeneidades culturales y creado ámbitos de sociabilidad entre individuos y familias de distinto origen. Esto es probablemente cierto en la mayor parte de la provincia de Buenos Aires, donde en general la masa de inmigrantes se dispersó por la campaña, las villas y las pequeñas ciudades rurales. El fenómeno debe haber sido sin duda distinto en las regiones donde tendieron a formarse colonias de inmigrantes de un mismo origen y seguramente en ellas pensaban Germani, Baily y Szuchman al suponer que el ámbito rural era menos propicio como medio de integración. Debemos sin embargo tener presente que en la Argentina los inmigrantes que se aglutinaron en colonías fueron una minoría, no sólo de la migración total sino incluso de la inmigración asentada fuera de los principales centros urbanos.
Ahora bien, hemos visto que en términos relativos existió mayor apertura nacional en la selección matrimoníal en los ámbitos menos densamente poblados y en las colectividades más pequeñas (franceses) y antiguas (españoles en las décadas de 1880-90, italianos y franceses a partir de 1900). Debemos ahora tratar de evaluar el nivel absoluto de endogamia de los distintos grupos nacionales.
Todos los investigadores de esta temática se han impresionado por el alto porcentaje de endogamia exhibido por los varones nativos. Paralelamente, observamos una exogamia bastante mayor por parte de las mujeres nativas. Como la mezcla entre colectividades de extranjeros de distinto origen no fue grande, la conclusión es que la única forma efectiva de integración se dío a través del matrimonio de inmigrantes con nativas. En términos generales, esta observación es sin duda válida. Su interpretación, en cambio, es problemática. En general los investigadores tendieron a ver en esto una actitud conservadora y etnocéntrica por parte de los varones nativos. Creemos que esto no alcanza a explicar el fenómeno, ya que da excesivo peso a la voluntad autónoma de los contrayentes (especialmente másculinos), y descuida el valor relativo de estos porcentajes en relación a las condiciones de la “oferta”. Por otro lado, la exogamia femenina relativamente alta debería en ese contexto explicarse por una gran independencia de sus padres en la elección matrimoníal de las nativas, o una gran dualidad de los varones nativos en su etnocentrismo, en cuanto a la elección de pareja propia y la aceptación de parejas para sus hijas.
Para replantearnos la cuestión es necesario señalar en primer lugar que si el porcentaje de endogamia de los argentinos es alto, el índice no lo es tanto. Esto en parte se debe a que el índice es el promedio de la conducta más exogámica femenina y la más endogámica masculina. Pero también a que en ambos casos, y especialmente en el de los varones, las probabilidades exogámicas eran bajas ya que el número de mujeres extranjeras solteras también lo era. Por otro lado, sabemos que la sociedad nativa era considerablemente dicotómica, con escasa presencia de sectores medios. No es por lo tanto extraño que sólo excepcionalmente los nativos de sectores sociales bajos (obviamente la vasta mayoría) fueran candidatos aceptables para las jóvenes inmigrantes y sus familias.28
A la heterogeneidad cultural, entonces, se sumaba un factor de heterogeneidad social. De igual forma, sólo en el caso de hijas de familias inmigrantes excepcionalmente exitosas es probable que los jóvenes integrantes de la élite local y sus familias las consideraran consortes convenientes. En otras palabras, no parece que hayan existido factores culturales y sociales que fomentaran este tipo de unión y si es cierto, como suponemos, que éstos tienden a predominar sobre los instintivos e individuales, no hay motivo para esperar un mayor nivel de exogamia en este sector. En síntesis los argentinos rara vez se casaban con extranjeras porque no tenían mayores motivos para hacerlo; más aun, aunque estuvieran dispuestos, tendrían pocas oportunidades, por un lado, porque había pocas extranjeras solteras, y por otro, porque éstas y sus familias no tendrían mayor propensión a buscarlos como maridos. Distinto es el caso de las mujeres nativas. Si bien los porcentajes de exogamia no son excepcionalmente altos, si tenemos en cuenta el peso relativo de los varones solteros nativos en el total de la “oferta” (no eran mayoría pero sí en general primera minoría), es clara una marcada conducta exogámica. Aquí la mayor tendencia al ascenso social de los sectores inmigrantes respecto de los sectores nativos bajos debió transformarlos en candidatos apetecibles, o al menos aceptables, para las familias criollas.29
Por otro lado, para la masa de inmigrantes solteros, para quienes la formación de parejas no sólo implicaba ventajas sexuales, sino también culturales (provenían en general de sociedades que valoraban el matrimonio en forma altamente positiva), sociales y económicas, pecuniarias y no pecuniarias, conseguir una esposa aun al “costo” de cierta heterogeneidad cultural puede haber resultado atractivo. Esto es particularmente cierto para quienes habían debilitado sus lazos con sus comunidades de origen o con la colectividad local, especialmente cuando a través de varios años de residencia en el país habían ido aproximándose a formas culturales sincréticas.
¿Hasta qué punto se dio esta apertura de los inmigrantes varones? En la región que estudiamos en general entre un 40% y un 60% lograba uniones endogámicas (los valores inferiores al 40% para los franceses corresponden al período en que la comunidad era muy pequeña y el número de uniones muy escaso). De los restantes, entre un 5% y un 12% se casaba con extranjeras de nacionalidad distinta a la propia y entre un 30% y un 50% lo hacía con nativas.30 Los índices confirman una imagen de moderada tendencia endogámica. Esta sería la resultante lógica de la búsqueda de homogeneidad cultural por un lado y por otro de la escasez relativa de mujeres solteras en los grupos de inmigrantes.
¿Qué ocurría entre tanto con las mujeres extranjeras? En este caso el efecto “mercado” (amplia posibilidad de opción) favorecía la posibilidad de endogamia. Al observar las cifras vemos que esto se halla confirmado por porcentajes considerablemente altos. Esto no requiere mayores explicaciones, ya que se trata de una conducta esperable. Se observa además el efecto de “escala”: la exogamia es mayor cuando la colectividad es más chica y su másculinidad más baja. Por otro lado, existe un cierto rango de exogamia, aunque analizado con cuidado resulta en verdad exiguo. Con frecuencia se trata de uniones entre personas de distinta nacionalidad pero de culturas afines (se destacan las uniones entre vascos franceses y vascos españoles). En los demás casos las uniones exogámicas se distribuyen en forma más o menos proporcional a las probabilidades y establecen un margen de situaciones socioculturales peculiares o de predominio de atracciones individuales por sobre los condicionantes sociales.
Si tratamos de profundizar un poco más sobre la conducta de los inmigrantes, una cuestión que llama la atención es que no todas las peculiaridades de los distintos grupos migratorios pueden explicarse exclusivamente por el tamaño y composición de la comunidad migrada. Por ejemplo en la zona que estudiamos, y aparentemente en Córdoba y también en Buenos Aires, la propensión endogámica es particularmente alta entre los itallianos (especialmente las mujeres) y baja entre los franceses.31 Esto puede deberse a rasgos de las culturas de origen o del proceso migratorio de las colectividades (por ejemplo, como se ha señalado, la endogamia podría ser mayor en los grupos migrados en cadena).32
Pero más alla de éstas diferencias aparece un problema de fondo. ¿Cuáles fueron los mecanismos concretos de preservación cultural por un lado y de integración sincrética, por el otro, que actuaron en la sociedad argentina de la época de la gran inmigración y que son perceptibles a través de las pautas matrimoníales? Al buscarlos debemos tener presente que la identidad nacional consciente no es el único ni siquiera el principal de los factores actuantes. Las redes de vinculación interfamiliares de las comunidades de origen pueden continuar presentes y pesar sobre la conducta matrimoníal, ya sea a través de los mecanismos migratorios (cadena migratoria, por ejemplo) y la estructura de la comunidad migrada, como de la continuidad de los lazos familiares después de la migración (correspondencia, remesas, retornos), los que a su vez influyen sobre los propios mecanismos de la inmigración. Más aun la identidad cultural predominante puede ser regiónal (y en distintas escalas de regiones) y no nacional.
Por otro lado, el surgimiento de una identidad colectiva supraregional—nacional—en la colectividad migrada puede ser tanto un paso de apertura cultural que conduzca a la dilución de los factores sociales y culturales de la identidad de origen, como una etapa en la conformación de una nueva red social de identidad colectiva, distinta de la original, pero tambien distinta de la integración plena a la sociedad receptora. Es decir, por ejemplo, diluir la identidad local o regional para ser sólo un italiano o un español puede tanto facilitar el camino para integrarse a una Argentina sin sectores étnicos, como promover precisamente la conformación de una identidad italo-o hispano-argentina. En este último caso las redes sociales y los particularismos culturales de esta nueva identidad pesarán en el proceso de selección matrimonial. Vale la pena tener en cuenta, también, que la persistencia de una identidad propia de las colectividades migradas tiene que ver con la trasmisión intergeneracional de esa identidad, con la continuidad del proceso migratorio, y con la interacción entre ambos fenómenos. Por lo tanto las actitudes matrimoniales de los descendientes de inmigrantes son una clave muy significativa para medir la amalgama cultural.
Pues bien, retomemos ahora la pregunta, ¿con quiénes se casaban los inmigrantes? Sabemos que alrededor de la mitad de los varones se casaba con mujeres nacidas en su mismo país; ¿se trataba de mujeres migradas en forma independiente de un lugar cualquiera de la madre patria, a quienes encontraban por azar en la Argentina?; ¿eran hijas de inmigrantes venidas con sus padres y criadas parcialmente en la Argentina?; ¿eran mujeres de la misma región del migrante llegadas bajo la protección de la trama de relaciones interpersonales—viajaron con un hermano, o fueron enviadas a la casa de un pariente o un compadre—que se relacionaban con sus futuros cónyugues en el marco de esta misma trama de relaciones?: ¿se trataba de antiguas novias o conocidas en el pueblo antes de emigrar que, habiendo llegado el momento, por haber logrado el varón una posición más o menos firme en su nuevo medio social, o por haber alcanzado la jóven la edad necesaria, viajaba para casarse?; o bien ¿se trataba de matrimonios concertados entre las familias, allá en el pueblo, y los contrayentes ni siquiera se conocían? Conocemos ejemplos de todos estos fenómenos. La pregunta, sin embargo, es cuáles fueron más frecuentes y qué influencia pueden haber tenido sobre la conformación de la nueva sociedad.
No parece posible, por ahora, dar una respuesta completa a estos interrogantes. Son demasiados los aspectos implícitos, y no siempre encontramos fuentes que nos permitan abordar estos temas. Más aun, no estamos aquí en condiciones de emprender el trabajo de articulación entre información cuantitativa y cualitativa que esta tarea requeriría, el que por otro lado debería considerar a cada grupo migratorio por separado. Existen, sin embargo, algunos datos cuantificables que pueden aportar ideas al respecto. En algunos casos los Registros Civiles nos proporcionan información precisa sobre el origen de los contrayentes, incluyendo datos sobre provincia y localidad. Esto ocurrió durante todo el período estudiado en el registro de Necochea y durante el período 1896-1914 en Tandil. Sobre esta información hemos podido estudiar la relación entre el origen de los contrayentes en un nivel más estrecho. El criterio ha sido ver por un lado la posibilidad de que las uniones se basen en las tramas de relaciones comunitarias (lo que es probable cuando los contrayentes son del mismo pueblo o provincia), en una identidad cultural muy estrecha (cuando pertenecen a la misma región histórica y linguística), o simplemente en la pertenencia a una misma nación. En el caso italiano separamos también las grandes regiones socioeconómicas—norte, centro y sur—como un indicador de heterogeneidad cultural.
Los resultados (ver Cuadros 6 y 7) son bastante significativos. En Tandil más de la mitad de matrimonios entre extranjeros de igual nacionalidad se daba entre inmigrantes de la misma provincia y más de una tercera parte de éstos son del mismo pueblo (llamaremos a ambos fenómenos endogamia local).33 En Necochea la endogamia local supera levemente el 40%. En ambos casos la endogamia local entre los españoles es mayor que entre los italianos. La cuestión regional, en cambio, no parece tener un efecto tan significativo. Entre quienes se casaban fuera del ámbito de su provincia menos de una tercera parte lo hacía con personas de su misma región histórica. Finalmente, una tercera parte de todos los casamientos homógamos de Tandil y algo más de la mitad en Necochea eran uniones entre personas de tradiciones culturales distintas. En el caso italliano, sin embargo, sobre todo en Tandil, se observa una clara tendencia al predominio de uniones entre personas de la misma gran región.34
Una primera observación a estos datos consiste en resaltar la mayor exogamia del medio netamente rural (Necochea). Esto puede explicarse, posiblemente, por el efecto “mercado”. Quizá éste también contribuye a explicar la mayor endogamia española, ya que nuestros datos corresponden al período de mayor migración de este origen. Ello sugiere que al menos una parte significativa de estas uniones se hallaban vinculadas con la continuidad de los lazos parroquiales de origen en el medio receptor.35 El panorama es, sin embargo, más complejo. Para los años que van entre 1909 y 1914, hemos podido estudiar el lugar de residencia de los padres de los contrayentes en los matrimonios homógamos de Tandil. En el caso de los italianos casi un 70% de los padres de las novias residían en la Argentina (la inmensa mayoría en Tandil), y la gran mayoría del 30% restante vivía en el pueblo de origen en Italia. En cuanto a los padres de los varones, la proporción de residentes en Argentina es mucho menor (un 30% aproximadamente), un 40% vivía en el pueblo de origen y de los restantes, la mitad había fallecido y la otra mitad migrado dentro de Italia.36 En el caso español, por el contrario, sólo un 25% de los padres de las novias residían en Tandil, un 13% había fallecido (uno de ellos en Argentina), más de un 50% vivían en el pueblo de origen y poco más de un 10% había migrado en España. Los padres de los novios residentes en Argentina eran solo un 15%, la proporción de fallecidos y emigrados dentro de España era igual que la de las novias, y un 65% vivía en el pueblo de origen. En los otros grupos inmigrantes la proporción de padres residentes en Argentina es muy baja.37
Cuando confrontamos el lugar de residencia de los padres con la endogamia local, observamos que en el caso italiano más de la mitad de las mujeres que se casaban con varones de su mismo pueblo o provincia vivían en Tandil con uno o ambos progenitores. En el español, por el contrario, sólo un 30% se hallaba en esa posición. Estas diferencias podrían surgir de las características del proceso migratorio—mayor migración de familias italianas y de mujeres españolas solas—pero tendemos a pensar que se relaciona más bien con el ritmo inmigratorio. Entre los migrantes más recientes (españoles), las relaciones con la región de origen eran más fuertes, y esto hacía más probable el viaje de jovencitas con acuerdos matrimoniales ya establecidos (ya fuere antes de la partida del varón, o por las respectivas familias). Entre los migrantes más antiguos estos mecanismos debieron ser menos frecuentes; sin embargo, la trama de relaciones interfamiliares locales siguió teniendo un peso significativo en las pautas de elección matrimonial aun en América.38
No parece ocurrir lo mismo en cuanto al peso de las particularidades regionales. Cuando los novios no provenían del mismo pueblo o de pueblos vecinos, el pertenecer o no a una misma región no parece haber sido un factor decisivo en la mayoría de los casos. Es cierto que la endogamia por región es algo superior a la que cabría esperar por azar, pero la mayoría de los que superan el ámbito local en la selección de consorte se casaban también fuera del ámbito regional. Esto nos lleva a suponer que el entramado de relaciones locales jugó un papel más importante en la selección matrimonial que las coincidencias de costumbres, tradiciones y dialectos. También sugiere que al menos en los ambientes de campaña, el origen regional no jugó un papel central en la formación de los círculos de sociabilidad entre las colectividades. Esto posiblemente haya sido distinto en los centros urbanos principales, donde el tamaño de las colectividades migradas facilitaba la conformación de espacios sociales—institucionales o no—de carácter regional. En cambio los datos sobre matrimonios italianos sugieren que la trama de relaciones primarias sí mantuvo su fuerza en el nuevo contexto de inserción.
Hemos avanzado algo en el análisis de los matrimonios homógamos, ¿qué podemos decir de los heterógamos? Una cuestión que suele plantearse a este respecto es que el matrimonio de extranjeros con argentinas bien podía encubrir una forma de homogamia cuando las nativas son en realidad hijas de extranjeros. Szuchman ha mostrado para el caso de Córdoba que si se relaciona la nacionalidad del novio con la de su suegro la endogamia nativa disminuye algo pero la de los grupos de inmigrantes aumenta en forma significativa (los porcentajes de endogamia pasan de 39 a 50 para los franceses, de 70 a 74 para los italianos y de 54 a 66 para los españoles). Lamentablemente nuestra información a este respecto es muy fragmentaria ya que sólo contamos con una serie consistente de registros que incluye la nacionalidad de los padres, entre 1876 y 1894 para Tandil.39 El análisis de estos datos (ver Cuadro 8) confirma lo observado por Szuchman pero en forma bastante tenue. Es probable, sin embargo, que esto se deba a que el número de nativas hijas de extranjeros en edad matrimonial era todavía escaso en el período y la región considerada.
Sea como fuere, ni en nuestro caso ni en el de Córdoba este análisis provoca cambios demasiado significativos respecto del de la nacionalidad de los contrayentes. Los principales estudios sobre Buenos Aires no aportan datos sobre este tema, ya que sus fuentes no los proveían. Oporto y Pagano, en cambio, muestran una tendencia más marcada en su análisis de los italianos de la Boca en 1895; allí hay un enorme incremento de la endogamia al considerar la nacionalidad de los suegros. Pero éste debió ser un fenómeno peculiar ya que se trata de uno de los pocos casos conocidos en la Argentina de un barrio claramente étnico que había adquirido ese carácter desde muy antiguo, por lo que el fenómeno de la endogamia barrial—que como ha mostrado Szuchman al menos en Córdoba fue muy fuerte—se confunde y multiplica con el de la endogamia étnica.
Ahora bien, la confrontación de la nacionalidad de los contrayentes con la de sus suegros sigue poniendo el énfasis en el comportamiento de los inmigrantes. La pregunta en este caso es: cuando se casan con argentinas, ¿lo hacen preferentemente con las hijas de connacionales? Sin embargo, la cuestión de fondo para estudiar la integración de la sociedad, tal como lo planteamos en la introducción, nos parece la inversa: ¿con quién se casaban los nativos hijos de inmigrantes? Todos los autores que trataron el tema son conscientes de que éste es un problema clave, pero aun quienes comparten la idea del pluralismo cultural como modelo social difieren notablemente en su interpretación de la segunda generación. Baily afirma
Thus, the growing homogamy rate among “Argentines” and the increasing percentage oftotal marriages involving “Argentines” primarily reflected intra-group marriages among second generation immigrants and particularly among those of Italian descent. Ethnicity continued to be important in the selection of a spouse and homogamy remained high, but because of the shift in labels of second and subsequent generation immigrants from “Italian” or “Spanish” to Argentine, this pattern of ethnic infra-marriage was disguised.40
En tanto que Seefeld dice lo contrario: “probablemente muchos casamientos hómogamicos entre argentinos encubren en realidad la fusión entre descendientes de distintas colectividades”41.
Estas hipótesis, sin embargo, se basan sólo en suposiciones, ya que no se han efectuado mediciones al respecto. Como hemos señalado, nuestras fuentes aportan datos sobre la nacionalidad de los padres de los contrayentes para Tandil entre 1876 y 1895 y a partir de 1913. El análisis del primer período, sin embargo, resultó muy poco productivo ya que el número de nativos hijos de extranjeros entre los contrayentes fue demasiado bajo como para que su análisis resulte significativo.42 Los datos de 1913 y 1914 resultaron en cambio muy interesantes, por lo que nos pareció conveniente extender el período de observación hasta 1920 para dar mayor amplitud a los resultados. Éstos son elocuentes. En primer lugar hay que señalar que más del 60% de los contrayentes argentinos varones y el 80% de las mujeres tienen uno o ambos padres extranjeros. Sin embargo los porcentajes de “endogamia de segunda generación” son en general muy bajos (ver Cuadro 9).
En el sector masculino los porcentajes de los italianos superan un poco a los de los otros grupos principales y se observa también en general una tendencia endogámica levemente mayor entre los homogénitos que entre los heterogénitos. Pero en ningún caso los niveles endogámicos parecen muy significativos, en especial si tomamos en cuenta que parte de los porcentajes se explica por la simple ley de probabilidades. Otra observación interesante es la poca frecuencia de la unión de varones nativos hijos de extranjeros y mujeres extranjeras incluso de igual nacionalidad que sus padres, como sí ocurrió, en cambio, con las mujeres. Esto refuerza la idea de que el factor étnico no tuvo gran peso en la selección de cónyugue por parte de este grupo. También que los factores que influyeron en la fortísima endogamia de las mujeres extranjeras no se hallan tan ligados a la búsqueda de homogeneidad cultural (la que probablemente fuera alta cuando ambos suegros son de su misma nacionalidad), sino con la persistencia de la trama de relaciones primarias. Y que esta trama se debilitaba rápidamente con el tiempo, no alcanzando a la primera generación de nativos.
El paisaje del sector femenino es más variado. Considerando sólo el matrimonio entre argentinos, la práctica de “endogamia de segunda generación” por las hijas de extranjeros es apenas más visible que entre los varones, y muy baja si tenemos en cuenta las probabilidades por azar. En cambio es notorio el porcentaje de uniones con extranjeros, tanto connacionales de sus padres como de otros orígenes. Lo primero debe haber sido influído por la búsqueda de homogeneidad cultural por parte de los inmigrantes extranjeros y de los padres extranjeros de las nativas, pero también, quizás, por la existencia de relaciones pre-migratorias entre los inmigrantes (o sus familias) y sus suegros. Lo segundo muestra que no todas las uniones de extranjeros con nativas encubren una endogamia cultural, aunque ésta era bastante significativa en la segunda década de este siglo, cuando el número de argentinas hijas de extranjeros era alto. Finalmente, el mayor porcentaje de casamientos de hijas de españoles con españoles, que en las otras nacionalidades, se debe atribuir a la composición del flujo migratorio en el período. En definitiva, el panorama general que se desprende del Cuadro 9 demuestra que la tendencia endogámica según el origen paterno no fue fuerte en los nativos de primera generación.
Por supuesto, esto no resuelve la cuestión fuera del ámbito y períodos analizados. Ya hemos visto que, contrariamente a lo que generalmente se supuso, la población dispersa en la campaña y los pueblos de provincia se mostró más propensa a la integración que en las grandes ciudades. Es probable que en Buenos Aires, donde el peso de las colectividades era mayor, haya subsistido una mayor endogamia en la segunda generación. Por otro lado en zonas de ocupación más antigua es probable que ya desde fines del siglo XIX el peso relativo de los nativos hijos de extranjeros en edad matrimonial fuera significativo. En ese caso es posible que en las décadas del 90 y el 900 hayan predominado estructuras sociales más cerradas con mayor peso de las familias y colectividades en la conformación de nuevos matrimonios—que favorecieran la continuación de la endogamia entre los hijos de los inmigrantes. El ejemplo de Tandil, sin embargo, resulta muy ilustrativo de la fuerte tendencia a la conformación de una cultura sincrética que diluye el peso de las tradiciones culturales y las redes sociales de origen en la selección matrimonial de la segunda generación.
Conclusión
Los pioneros trabajos de Szuchman y Baily sobre pautas matrimoniales en la Argentina sirvieron para revisar las simplificaciones excesivas del proceso de integración de los inmigrantes que parecían predominar a partir del trabajo de Germani y, sobre todo, de algunas versiones más intuitivas de la conformación de la sociedad argentina. Ellos llamaron la atención sobre el hecho de que estos inmigrantes mantuvieron conductas que tendían a preservar su identidad cultural. Esta idea, proyectada a otros ámbitos de la sociabilidad de los inmigrantes, ha enriquecido nuestra visión de la sociedad de la era de la gran inmigración. Pero son precisamente estos avances los que hacen que el panorama por ellos presentado no nos resulte hoy en día totalmente satisfactorio.
En este trabajo, además de abordar el tema en un contexto nuevo, hemos tratado de insertarlo en un cuadro más complejo. No se trata simplemente de ver una sociedad dominada por tendencias “etnocéntricas o “integrativas”. Más bien, intentamos encuadrar un variado conjunto de conductas individuales en el marco de las relaciones sociales que las hacen inteligibles. El enfoque escogido y los datos disponibles nos han permitido algunos avances en esta línea. Ellos resaltan el peso de la trama de relaciones primarias en la conformación de las parejas por parte de los inmigrantes. Este factor aparece incluso como más significativo, al menos en los grupos migratorios mayoritarios, que la búsqueda de homogeneidad cultural. Por otro lado, dado el carácter sincrético de la cultura emergente, y la tradición católica, latina y mediterránea de los principales grupos inmigrantes y del sector nativo, la diversidad cultural no fue extrema. Más aun, el aplastante peso de los inmigrantes ultramarinos en el conjunto poblacional dio lugar más a una fusión de culturas que a una asimilación a una cultura dominante, como ya señalara Germani. Por otro lado, como también había señalado Germani, el condicionante de la estructura sexual de la inmigración impuso una cierta cuota de exogamia obligada. Y ésta, independientemente de la voluntad de los actores, tendió a reforzar el emergente cultural sincrético.
No hubo, pues, una mágica fusión de identidades culturales. Pero más allá de la voluntad de algunas élites inmigradas, estas identidades parecen haber subsistido en gran medida ligadas a la trama de interrelaciones sociales primarias. Aun cuando con el transcurrir de los años los lazos que ligaban a los inmigrantes a sus comunidades de origen se fueron debilitando, no pareciera que hayan sido substituidos preferencialmente por una nueva trama basada en la solidaridad étnica de origen de los inmigrantes y sus descendientes, como habría ocurrido en otras regiones de inmigración masiva (Estados Unidos, Canadá, Australia).43 Por ello, quienes tardaban más en casarse en Argentina, quienes no conseguían esposa entre sus paisanas y, muy especialmente, los hijos de inmigrantes, ya no parecen haber tomado en cuenta la identidad étnica de su pareja como un factor crucial de selección.
Creemos que nuestros datos permiten inferir que estas hipótesis son probables. Estamos muy lejos, sin embargo, de haber agotado el tema. Porque si algunos aspectos de los patrones básicos de la conducta matrimonial de los inmigrantes han aparecido en forma más o menos clara a través de los trabajos que nos han precedido y de éste, resulta claro que aún nos falta mucho para comprender los mecanismos sociales, y muy especialmente, mentales de estas conductas. Por ello, pensamos que para seguir incursionando en este campo es necesario de aquí en más agudizar el ángulo de análisis, focalizando en forma específica cada comunidad, volver la vista hacia el comportamiento de las mismas en su lugar de origen para tener en cuenta el trasfondo cultural de su conducta, y buscar sistemáticamente información más detallada y rica (lo que habitualmente llamamos “cualitativa”), que nos permita apreciar las formas concretas de las interrelaciones sociales que operaron en la conducta de los inmigrantes.
Agradecemos los útiles comentarios de nuestros colegas del IEHS a una presentación inicial del trabajo.
Es decir, la elección de un cónyugue del mismo tipo (homogamia) o de distinto (heterogamia) en la variable considerada—origen, status o sector social, nivel educativo, etc. En nuestro caso, salvo que se indique explícitamente lo contrario utilizaremos el término para referirnos a contrayentes de igual origen.
Es decir, tomando 100 varones de origen X en un año dado, y suponiendo que en la población considerada había 1000 mujeres “casables” de las cuales 80 son de origen X, si el factor étnico no pesara deberíamos esperar sólo 8 matrimonios homógamos.
Mark Szuchman, “The Limits of the Melting Pot in Urban Argentina: Marriage and Integration in Córdoba, 1869–1909”, HAHR, 57:1 (feb. 1977); Samuel Baily, “Marriage Patterns and Immigrant Assimilation in Buenos Aires, 1882–1923”, HAHR, 60:1 (feb. 1980); Ruth Freundlich de Seefeld, “La integración social de extmnjeros en Buenos Aires según sus pautas matrimoniales: ¿pluralismo cultural o crisol de razas? (1860–1923)”, en Estudios Migratorios Latinoamericanos, 1:2 (abr. 1986); N. Pagano y M. Oporto, “La conducta endogámica de los grupos inmigrantes: pautas matrimoniales de los italianos en el barrio de La Boca en 1895”, en Fernando J. Devoto y Gianfausto Rosoli, comps., L’ltalia nella società argentina (Roma, 1988).
Szuchman, “Limits of the Melting Pot”, 25-26. Es éste el primer trabajo que, después de la tradicional perspectiva que planteó Gino Germani en base a los datos de F. Savorgnan, retoma el tema de las pautas matrimoniales adoptando el punto de vista del “pluralism cultural”.
Ibid., 48–49. Subrayados nuestros.
Existe una extensa literatura que discute los factores que actúan sobre la selección de pareja. Por razones de espacio no podemos discutir aquí otras opciones. Un ejemplo clásico puede verse en el trabajo de Lawrence Stone, The Family, Sex and Marriage in England, 1500–1800 (New York, 1977), 270-274.
Es evidente que hay una cierta correspondencia entre los primeros tres pianos indicados y, respectivamente, los conceptos de ello, yo y super-yo de la teoría psicoanalítica. No es sin embargo necesario aceptar ese modelo de análisis de la personalidad para reconocer la utilidad de estas categorías al aproximamos a los fenómenos aquí considerados. En cuanto al tercer piano conceptual de análisis y el cuarto, y las múltiples relaciones entre ellos, los trabajos de algunos antropólogos en la corriente de B. Malinowski resultan muy ilustrativos. También la obra reciente de Pierre Bourdieu toma esta problemática. Ver, por ejemplo, A. Accardo, Initiation à la sociologie de l’illusionisme social. Invitation à la lecture des oeuvres de Pierre Bourdieu (Bordeaux, 1983).
Sobre la región de Tandil ver, por ejemplo, N. Álvarez, E. Míguez y colaboradores, “De la vida y la muerte en una sociedad de frontera. Un análisis de la mortalidad en Tandil (Bs.As.), 1858–1895”, en Primeras Jornadas de Historia Argentino-Américanas (Tandil, 1983); E. Míguez, “Política, participación, y poder. Los inmigrantes en las tierras nuevas de la Provincia de Buenos Aires en la segunda mitad del siglo XIX”, en Estudios Migratorios Latinoamericanos, 2:6/7 (ago.–dic. 1987). Vale la pena señalar que por urbano nos referimos en este caso a un centro poblado de cierta importancia que es proveedor de bienes y servicios a la región rural circundante, aunque no reúna en realidad las características de una auténtica urbs.
Todos estos fenómenos se reflejan en los datos del Cuadro 1. A efectos de facilitar la lectura del texto, hemos preferido incluir en él sólo algunos indicadores cuantitativos de síntesis, dando una visión global de los fenómenos. Para el especialista interesado en una fundamentación cuantitativa más detallada, los cuadros estadísticos proveen los datos necesarios.
Ver Cuadro 2. Los datos no están disponibles para 1914.
En la parroquia católica existen datos para el período 1854–64, pero dado el carácter fragmentario de los mismos, y la mínima presencia extranjera, hemos preferido descartarlos.
El criterio fue tomar uno de cada tres años, además de los años censales y los dos inmediatamente anteriores y posteriores. Así, se recolectaron datos para 1896 y 1897, 1900, 1903, 1906, 1909 y 1912–14.
Los datos sobre ilegitimidad fueron tomados para algunos años del registro parroquial de bautismos, y de un trabajo sistemático sobre el de nacimientos del registro civil para el quinquenio 1891–95. Sobre lo último ver E. Míguez, “Migración, familia y repoblación del Sudeste bonaerense a fines del siglo XIX,” ponencia presentada al 46° Congreso Internacional de Americanistas (Amsterdam, 1988), que contiene un estudio de los nacimientos según la nacionalidad de los padres.
Éste es el indicador utilizado más frecuentemente. A él apelan todas las investigaciones recientes sobre el tema, aunque algunas, como las de Baily y Szuchman, lo combinan con otros indicadores.
Szuchman presenta un “índice de correlación,” sin explicar la forma en que ha sido calculado, pero parece ser igual al índice de Savorgnan.
Así, un porcentaje de endogamia alto puede deberse tanto a una marcada conducta endogámica como a la escasa probabilidad de formar pareja con personas de nacionalidad distinta, algo que parece particularmente cierto para la población nativa, especialmente masculina. Por el contrario, un porcentaje bajo en un grupo inmigratorio reducido puede reflejar en realidad una tendencia endogámica relativamente fuerte.
Baily presenta el índice de manera muy clara; ver “Marriage Patterns”, 39.
Así, por ejemplo, nos dice Baily (págs. 40–41), “The homogamy index for Argentines fluctuated between .41 and .51 during the first two decades of the twentieth century indicating no clear pattern. Table IV, however [el cuadro IV presenta los porcentajes de homogamia], shows that a consistently increasing percent of both male and female Argentines chose Argentine spouses. The percentage of such males increased from 74.1 to 80.3, while that of females increased from 52.1 to 65.6.” Esto parecería indicar una conducta crecientemente endogámica. Sin embargo, si no se observa una tendencia en el índice, y sí la hay en los porcentajes, lo que realmente debemos interpretar es que hubo un incremento en la participación de argentinos en los matrimonios, sin que se altere significativamente el comportamiento endo/exogámico.
Así, un índice que indica un mediano nivel de endogamia, como el señalado por Baily para los argentinos en la nota anterior, se debe por un lado a una conducta bastante poco homogamica de parte de las mujeres argentinas, y una mayor homogamia de parte de los varones. La última se debe en parte a la menor participación de mujeres extranjeras en el “mercado” matrimonial.
Así, en una comunidad chica con un elevado nivel de nupcialidad el índice subvalúa la tendencia endogámica, y en un grupo numeroso, con nupcialidad baja (el de los argentinos, por ejemplo), la endogamia será sobrevaluada.
Por ejemplo, si tratamos de medir la “oferta” por el número de personas solteras mayores de quince años que nos proveen los censos, las estructuras por edades y la inclusion de personas que integran uniones de hecho como solteras también distorsionarían los resultados.
Ver Norberto Álvarez, Eduardo Míguez y Guillermo Velázquez, “De fortín a ciudad. El crecimiento demográfico de una región rural urbana de la Provincia de Buenos Aires. Tandil, 1830–1985”, trabajo presentado a la sección sobre “Los componentes del crecimiento demográfico”, del Congreso sobre Historia de la Población en América Latina (Ouro Preto, 1989).
En ambos casos se efectuó un análisis por quinquenios, sin que se observaran, en general, fenómenos distintos a los que marca la periodización aquí presentada.
Baily, “Marriage Patterns”, 47.
Algunas colectividades menores parecen mostrar un comportamiento fuertemente etnocéntrico en muchos aspectos, que se refleja notablemente en sus pautas matrimoniales. Hemos comprobado esto último para los daneses de Tandil y Necochea, pero por razones de espacio no desarrollaremos este tema aquí. Mónica Bjerg se halla trabajando en la actualidad en un proyecto más ambicioso sobre la colectividad danesa en la Argentina.
Szuchman observa para Córdoba una tendencia endogámica algo mayor que en Buenos Aires, pero debe ser tornado con cuidado, ya que sólo pudo cotejar sus datos con los de Savorgnan. Por otro lado, Szuchman estudió un universo de migrantes a Córdoba, excluyendo a la población nacida en la ciudad, lo que hace que sus resultados no sean totalmente comparables con los de los otros estudios. Finalmente, si cotejamos los datos presentados por Seefeld y los de Szuchman para períodos similares, la endogamia parece mayor, salvo en los argentinos, en Buenos Aires que en Córdoba.
Al respecto, ver un estudio de caso en Eduardo Míguez, “Política, participación, poder”.
Sobre la estructura socio-ocupacional de Tandil, ibid., 351 y ss.
La cuestión es tema frecuente en la literatura de la época, que permitiría un rico análisis, pero obviamente no podemos emprenderlo aquí por cuestiones de espacio. Szuchman aporta algunas observaciones interesantes a los textos.
Una clara excepción a este patrón es el alto porcentaje de franceses que se unían a mujeres españolas (en algunos casos llegan al 30%), pero en buena medida esto encubre una endogamia vasca. Lamentablemente, tampoco podemos detenernos en este tema, pero será abordado por Hernán Otero en la investigación que desarrolla actualmente sobre la inmigración francesa a la Argentina.
Sin embargo, debemos tomar este tema con cuidado. Las uniones de vascos de una y otra vertiente de los Pirineos crean una ficción exogámica, que afecta especialmente a los franceses, dada la alta proporción de vascos entre ellos. Cuando esto se corrige, la exogamia relativa francesa deja de ser tan marcada, y la española también disminuye, aunque levemente.
Ver, por ejemplo, F. Devoto, “Las cadenas migratorias italianas: algunas reflexiones a la luz del caso argentino”, Estudios Migratorios Latinoamericanos, 3:8 (abr. 1988), 121.
Esto se debe a que suponemos que en general los lazos primarios pueden haber tenido un fuerte peso en las relaciones en estos niveles, dado que en general las provincias en Europa no son muy grandes.
El único trabajo que conocemos que contiene este tipo de análisis para la Argentina es el ya mencionado de Oporto y Pagano. También ellos observan un alto grado de endogamia comunal, aunque sus resultados no son generalizables para Buenos Aires, ya que estudian La Boca, el barrio más claramente étnico de la ciudad.
Para un estudio de caso sobre este tema, ver R. Gandolfo, “Notas sobre una comunidad emigrada en cadena. Los agnoneses del barrio del Carmen”, en Devoto y Rosoli, L’Itallia nella società argentina.
Son 55 casos en total. Sólo cuatro padres de las novias y siete de los novios habían fallecido.
Son 107 casos de españoles, y sólo 19 de otras nacionalidades.
Este panorama podría enriquecerse con un estudio de la edad de las contrayentes, en el supuesto de que cuanto más jóvenes, es más probable que la opinión familiar pesara en la elección matrimonial. En nuestro caso, sin embargo, esto implica una desagregación excesiva de los datos, lo que hace los resultados poco representativos.
Hay datos a partir de 1868, pero el número de casos hasta la segunda mitad de la década de 1870 es ínfimo. La información se reinicia en 1913, pero dado que interrumpimos nuestro estudio en 1914, optamos en este punto por centrar nuestro análisis en estos veinte años de mejor información, 1876-1894.
Baily, “Marriage Patterns”, 47.
Freundlich de Seefeld, “La integración social”, 230.
El análisis de 1,189 matrimonios entre argentinos entre 1868 y 1894 arrojó sólo 77 casos en los que participaron varones hijos de al menos un padre extranjero. De ellos sólo ocho se casaron con mujeres homogénitas de la nacionalidad de su o sus padres extranjeros. Otros nueve se casaron con mujeres que tenían un padre de igual nacionalidad que la de ellos, y los 60 restantes lo hicieron con mujeres con las que no tenían ascendientes inmigrantes de origen común.
Un interesante estudio que considera algunas de las variables que aquí tomamos para Toronto, mostrando sus similitudes y diferencias, es el de John E. Zucchi, “Italian Hometown Settlements and the Development of an Italian Community in Toronto, 1875-1935” en Robert F. Harney, ed., Gathering Place: Peoples and Neighbourhoods of Toronto, 1834-1945 (Toronto, 1985).