La cuestión de la deuda pública es uno de los grandes problemas en la historia de los países de América Latina. En la actualidad la deuda externa latinoamericana, una buena parte de la cual es deuda pública, no sólo pesa gravemente sobre el desarrollo económico de nuestros países, sino que también puede hacer colapsar el sistema financiero internacional. ¿A qué se debe el endeudamiento, yo diría crónico, de los países latinoamericanos? ¿Porqué la deuda pública, que debería ser un instrumento de ayuda al desarrollo económico siempre y cuando genere luego un aumento de la inversión global y, por añadidura, de la producción y de la productividad, acaba justamente dificultándolo, entorpeciéndolo? El estudio de Alfonso W. Quiroz, profesor en el Baruch College, sobre la Deuda defraudada ofrece interesantes respuestas a este grave problema latinoamericano, todas ellas desde la perspectiva histórica.

El libro se divide en dos partes. En la primera el autor sigue el decurso de los orígenes de la consolidación de la deuda, rastreando las características de la economía peruana antes de 1850, la evolución de la legislación sobre su cancelación y la repartición de vales. En la segunda parte Quiroz nos expone los destinos que tuvo el capital generado en el proceso especulativo de la consolidación, el que alcanzó la suma de 24 millones de pesos según los expedientes reconocidos durante los gobiernos de Ramón Castilla y José Rufino Echenique. Dicho capital se va a concentrar en pocas manos, sobre todo en las de grandes comerciantes nacionales y extranjeros, y en algunos hacendados que estuvieron ligados a rubros comerciales de exportación agraria. Quiroz estudia algunos de estos casos, en especial los de Manuel Aparicio, Fernando Carrillo de Albornoz, Domingo Elías y quien tal vez sea el más representativo de este omnipotente grupo de poder, Pedro Gonzales Candamo.

El texto, sin embargo, no se limita al seguimiento de estas biografías de hombres de empresa, comerciantes y especuladores, en el Perú del siglo XIX, sino que el análisis de estos casos nos refiere permanentemente al fenómeno social global: cómo en el proceso de cancelación de la deuda interna peruana existe una concentración y una “oligopolización” de los beneficios de la deuda, fruto de la compra y especulación con los vales que hace que “se enriquecieron unos pocos y que solo para ellos fue la ley”, como decía un testimonio de la época (epígrafe citado en la p. 95). En el entreacto, con la especulación financiera que supuso la consolidación de la deuda y su conversión de interna en externa, suben los precios, produciéndose una inflación que acaba afectando los ingresos de las clases populares de la capital del país. ¿No es éste un fenómeno muy contemporáneo? ¿Especulación con la deuda interna o externa que lleva al crecimiento de la masa monetaria en economías subdesarrolladas, a la inflación y, finalmente, al desencadenamiento de revueltas populares espontáneas? ¿revueltas de hambre? El Perú del siglo XIX no es, empero, el Perú del siglo XX y aunque el libro de Quiroz nos permita este tipo de observaciones, el análisis del autor se restringe al marco temporal que se ha trazado: mitades del siglo pasado.

Esta bien podría ser, no obstante, una de las mayores limitaciones que tiene el trabajo: su temor a las generalizaciones, al análisis global, al uso de la perspectiva comparativa. El libro muestra una utilización paciente y consciente de las fuentes manuscritas. Su esfuerzo de cuantificación de los acreedores del ramo de arbitrios, de los que recibieron vales de la consolidación, etc. resultan encomiables. Pero a la vez hay una cierta falta de pretensión teórica, de libertad intelectual, más allá del esfuerzo empírico propio de su formación de historiador. Salvo algunos pocos apuntes en la parte introductoria comparando el caso de la deuda interna peruana con los procesos de desamortización de tierras en México y en España, no se hace el intento de relacionar las evidencias de su estudio con otros casos similares que ocurren en otros países de América Latina, sobre los cuales además ya existen los estudios pertinentes (sobre México por ejemplo)—para de este modo acercarnos a entender un poco más los orígenes históricos de males que aún se sufren en el presente. Su aporte es, sin embargo, considerable y por ello el libro resulta de lectura obligada.