La personalidad conflictiva de José Hernández en sus facetas de periodista, poeta, reaccionario y político circunstancial ha dado origen a innúmeras publicaciones que abarcan desde las de los observadores españoles Azorín, Miguel de Unamuno, Marcelino Menéndez y Pelayo y Américo Castro hasta las más recientes de Angel Horacio Azeves (José Hernández, el civilizador, 1986) y de Tulio Halperín, quien ingresa en un campo de matices históricos y sociales muy diferente al de sus obras anteriores. Situado siempre José Hernández en la frontera de lo político con lo literario, ésta es la vertiente que ha concentrado casi todo el interés. Mal conocido en su dimensión humana e ideológica, con la excepción de algunos estudios, resulta apropiado observarlo desde la perspectiva histórica para proyectarlo como figura epigonal de Sarmiento y Alberdi, por sus objetivos, audacia y originalidad.

Los ocho densos capítulos en que está dividida la obra analizan los “mundos” de José Hernández, sus muchas vidas-aunque sólo es válida la del ser humano, recreándolas e interpretándolas. Los titubeos iniciales de Hernández en el periodismo de Entre Ríos, en El Nacional Argentino, desaparecen al convertirse en editor de El Argentino. Derrumbada la Confederación Argentina en setiembre de 1861, retomada por Buenos Aires la tradición del unitarismo rioplatense y relegado Urquiza a un muy distante segundo plano, Hernández escribió con encendido tono opositor sobre el triunfador de la hora, el general Bartolomé Mitre, y la facción extrema del liberalismo porteño de la que fue vocero La Tribuna de los hermanos Varela.

La etapa siguiente de Hernández, en Corrientes, es más intensa con funciones judiciales, legislativas y en la redacción de El Eco de Corrientes (1868), siempre en la línea de sostenida oposición a los malabarismos políticos y a las contradicciones militares de Mitre durante la Guerra del Paraguay. Pero donde José Hernández adquiere real proyección como periodista es en la etapa de editor de El Río de la Plata (Buenos Aires, 1869-70). Tulio Halperín dedica a ella el espacio vertebral de su estudio. Muy variados son los asuntos que abarca y critica El Río de la Plata, en particular, los relativos a la política interna, los mal encubiertos intereses de Mitre, la neutralidad de Urquiza, la inexistencia de una política de principios y de una estructura ideológica orgánica en el gobierno nacional. Es muy elusivo el examen de la posición del diario en lo relativo a política externa cuando fue el que en forma más prolija y completa divulgó la furia epistolar desatada en diciembre de 1869, que se conoce tradicionalmente como Polémica de la Triple Alianza. En el tratamiento de reformas eclesiásticas, muy audaces para la época, tuvo influencia decisiva en Hernández el pensamiento del uruguayo Gregorio Pérez Gomar sobre la separación entre el exclusivismo dogmático de la iglesia y el poder temporal. La formulación de una ideología ruralista que Hernández intentó sin éxito desde las páginas de El Río de la Plata conduce a Halperín a digresiones eruditas pero innecesarias que desvían del tema propuesto sólo retomado en las últimas páginas del capítulo que le dedica.

El cese de El Río de la Plata, la situación casi clandestina de Hernández en Buenos Aires durante la primera revolución de Ricardo López Jordán que dío fin al feudalismo político de Urquiza en Entre Ríos y al exilio de Hernández en Montevideo, explican las dos series de publicaciones en La Patria (Montevideo, 1874) firmadas con el seudónimo “Un Patagón” que analizan las escasas alternativas de Mitre en el escenario político de América. Se trata de literatura política polémica, ligada íntimamente a los principios del Partido Blanco del Uruguay, que no revela variantes en la ideología de Hernández sino que la reafirma bajo el discreto seudónimo.

Martín Fierro, un tema tan transitado, ocupa espacio apropiado en esta obra en cuyo capítulo final se rescata la actuación parlamentaria de José Hernández en la legislatura de la provincia de Buenos Aires. Ese verdadero artillero de la pluma, ahora el “Senador Martín Fierro,” aparece como la antítesis de la otra personalidad de Hernández: es un disciplinado y sobrio político unido a Dardo Rocha, pero de opaca y anodina actuación hasta su muerte prematura en 1886.

Tulio Halperín ha recreado a Hernández con vuelo, imaginación y un finísimo y sutil manejo del idioma. En Hernández, insertado en el complejo período histórico que se inicia en 1861, encuentra la esencia del inestable principismo nacionalista argentino y el romanticismo hispánico. Pero por sobre todo, esta obra es una reflexión madura sobre soslayados aspectos de la realidad argentina escrita con nostalgia y vigor.