Comprende cinco artículos relacionados con la independencia de Colombia y cuatro de ellos sobre la región del Cauca. En el primero, “La Historia de la Revolución, por José Manuel Restrepo: Una prisión historiográfica,” Germán Colmenares califica la conocida obra del antiguo ministro grancolombiano de prisión historiográfica por haber elaborado un modelo interpretativo en el que se describía la formación del estado en pugna con las pasiones individuales, lo que permitió su utilización por los seguidores de la historia oficial o por los del revisionismo histórico, preocupados por enfatizar las tensiones de las castas contra la pretendida legitimidad de los criollos. En el segundo, “La fuerza del trabajo en el Cauca grande: 1810-1830,” Zamira Díaz de Zuluaga estudia el tema enunciado con documentación de archivos locales en dos períodos, el de 1810 y el de 1811-30, y en dos espacios como el Valle del Cauca y el altiplano payanes, concluyendo que la independencia arruinó a los hacendados vallunos, que tuvieron que arrendar sus tierras a colonos, mientras que los del altiplano pudieron subsistir gracias a la utilización de mano de obra indígena que drenaron de los territorios que fueron antiguos resguardos. Una interpretación dudosa es la afirmación de que los maestros artesanos eran blancos por no tener nombres indígenas ni negros y un lapsus es señalar que encomienda vaca era la que no tenía indios. En el tercero, “La formación de las clases sociales en el período de la independencia,” José Escorcia se circunscribe únicamente al Cantón de Cali y al período postindependentista hasta 1854. A través de un censo de 1830 y un impuesto de contribución de 1853 sobre la fortuna trata de señalar que Cali tuvo una sociedad en transición de la estamental a la de clases, objetivo que logra perfilar en sus grupos dirigentes (formados por hacendados y comerciantes) pero no así en los inferiores, por falta de información, lo que le obliga a formular simples hipótesis.

En “Clientismo y guerrillas en el Valle del Patía, 1536-1811,” Francisco U. Zuluaga recoge algunos antecedentes coloniales para definir el Patía como lugar de asentamiento de cimarrones donde formaron una sociedad libre diferenciada de la mayor y caracterizada por el mazamorreo en las minas, la explotación de pequeños platanares y el trabajo esporádico en haciendas. Analiza con base documental la partida bandolera de Juan Tumba (1752-70) como ejemplo de clientismo y presupone que debieron existir otras similares durante el resto del siglo. Al llegar la independencia una serie de familias habían asumido la dirección del Valle del Patía y apoyaron la causa realista, lo que permitió la prolongación de la guerrilla, que volvería a actuar posteriormente con José María Obando. Cierra el libro “Castas, patrones de poblamiento y conflictos sociales en las Provincias del Cauca, 1810-1830,” donde Germán Colmenares enfatiza que la independencia trastocó el sistema de preeminencias de los centros urbanos coloniales de estas provincias (estudiadas subregionalmente) en favor de los nuevos de base social heterogénea, contribuyendo a ello la dificultad de buscar una alternativa al sistema esclavista y el hundimiento de la minería, que incidió en la decadencia de la hacienda. La región occidental de Colombia tuvo así un ritmo económico diferente al del centro del país y sólo pudo engranar en él mediante la incorporación de su agricultura al mercado exterior, hecho tardío y relacionado con la ruta del Pacífico y la apertura del Canal de Panamá.