Este libro es presentado como la primera historia política de los campesinos latinoamericanos y como una historia de la conciencia campesina opuesta a las “falsas opciones” intelectuales. La obvia intención es demostrar que el campesinado latinoamericano es capaz de constituirse en una clase política orientada conscientemente a la transformación revolucionaria de la sociedad. Sin embargo, casi mil páginas de texto no logran acercarse a este ambicioso objetivo: el libro está compuesto, en realidad, de 21 ensayos (uno para cada nación), escritos por diferentes autores desde las más variadas perspectivas, abarcando períodos históricos disímiles y usando nociones de campesinado contradictorias. No todos los ensayos comparten el campesinismo ingenuo y retórico con que son presentados. Varios capítulos son meros balances militantes de la coyuntura política rural, que evaden toda perspectiva histórica. Hay también capítulos que son interesantes análisis estructurales de orientación sociológica. Mientras unos autores definen al campesinado en su sentido general de habitantes del campo, muchos otros excluyen explícitamente a los trabajadores rurales asalariados. Prácticamente ningún autor aborda el estudio de la conciencia campesina. Muy pocos ensayos intentan presentar una historia política del campesinado: es sintomático, por ejemplo, que un ensayo destinado a probar la inexistencia histórica del campesinado en Argentina ocupe casi tanto espacio como los tres capítulos que exponen la historia de los campesinos de México, Nicaragua y Perú. Los ensayos sobre estos tres países son inteligentes esbozos preliminares para una periodización de las luchas agrarias, realizados por buenos especialistas; pero resultan excesivamente breves e insuficientes frente al objetivo de analizar históricamente el potencial político del campesinado. En contraste, el largo ensayo sobre Puerto Rico es en realidad la historia de la virtual desaparición del campesinado como clase.
Al leer los diferentes ensayos salta a la vista que el problema del potencial político del campesinado sólo se puede plantear desde una perspectiva histórica: las formas de su conciencia, el carácter de su organización, y la amplitud de su autonomía no son elementos permanentes que puedan determinarse, a priori, al margen del proceso histórico. Este libro no ofrece una respuesta a este problema, principalmente porque es imposible construir una historia política basada en una colección de ensayos que se proponen objetivos muy diversos. El resultado es un desordenado conjunto de capítulos, caracterizado por grandes altibajos en la calidad y enormes diferencias metodológicas. El conjunto del libro no ofrece los resultados de una investigación original ni aporta un nuevo enfoque teórico.
Pero sería injusto que las insuficiencias en la concepción y organización del libro sepultasen el gran interés que ofrecen varios de los ensayos incluidos. Por ejemplo, para sólo citar los que me parecen mejor logrados como estudios históricos, los ensayos de José de Souza-Martins (Brasil), Silvia Rivera Cusicanqui (Bolivia) y Pablo Maríñez (República Dominicana) son excelentes análisis de la compleja relación entre los campesinos y el estado. Algo semejante puede decirse de otros ensayos que, como estudios sociológicos, son aportaciones valiosas que corren el riesgo de diluirse.
Tal vez el ejemplo más notorio de las contradicciones de este libro es que en sus cuatro tomos no se dedican más de cuatro páginas para describir cada una de las grandes revoluciones latinoamericanas del siglo XX: la mexicana (1: 18-21), la cubana (1:79-82) y la nicaragüense (2:127-130). ¡Curioso lapsus en un texto que pretende ser la expresión de la conciencia política campesina! La más elevada, compleja y espectacular expresión de la política—la revolución—queda al margen de este libro. . . . Me parece evidente que la historia política del campesinado latinoamericano está aun por escribirse.