Me resulta difícil comprender por qué este libro ha sido reimpreso. Ni su autorperiodista y ensayista de pluma fácil, pero nada más—ni el libro en si pueden considerarse representativos de nada. Ni siquiera de las diatribas autocríticas a que los españoles de fines del siglo pasado fueron particularmente inclinados, como lo son en general todos los pueblos que atraviesan una grave crisis. En este sentido se escribieron cosas mucho más originales. Si la reimpresión se debió al título un tanto truculento, temo que algunos lectores han de llamarse a engaño: no van a encontrar en estas páginas todos los puntos negros que se imaginan.
En ellas hay de todo. Verdades, medias verdades, errores, cuentos, poca crítica y muchos prejuicios. Fuera de la experiencia personal que pueda haber tenido en Cuba y Puerto Rico, el autor se basa en fuentes de segunda mano. Parece desconocer la existencia del Archivo General de Indias (pp. 203-204). Cabe dudar, además, de que haya examinado todas las obras que cita al final. No tiene la menor duda, por ejemplo, acerca del ficticio Fray Juan Pérez de Marchena, aunque por entonces (hacia 1895) ya parecía bien demostrado que se trataba de dos personas distintas: Fr. Juan Pérez y Fr. Antonio de Marchena. Hace morir al virrey. Núñez Vela en la batalla de Las Charcas—supongo quiso significar la de Huarina—ignorando la de Añaquito (Quito) donde efectivamente cayó el virrey (pp. 178-179); ignora la abdicación y destierro de Iturbide (p. 435) y escribe cosas tan peregrinas como las estampadas en la p. 398 sobre las Leyes de Indias y los funcionarios que administraban la justicia en América. Bastan estos ejemplos como botón de muestra.
En resumen. El libro de Vega-Rey puede tener importancia como testimonio de la pervivencia de la actitud criticista española respecto a su propia obra en América; como fuente de información histórica sobre el tema, es mediocre, tendencioso y desorientador. Debió dejársele dormir en el olvido en que se hallaba.