François-Xavier Guerra se ha ido para siempre a fines del 2002 en París, en cuya universidad había sido catedrático de Historia de América Latina desde 1986. Se fue a sus escasos 70 años el gran profesor, el gran historiador—tan grande como modesto. Fue elegante de modos, generoso, católico tan profundo como tolerante, siempre invariable y atento a la pregunta. Pulcro en el decir, nunca se le quitó su acento español, ni en francés, ni en castellano. Preciso y eficiente en el hacer, al dar clase, al comentar un documento, al publicar sus textos, siempre fue de palabra y escritura medida, con una gran exigencia en el desarrollo y en el sustento de las hipótesis de trabajo.

Vivió para su trabajo, que consideraba un “estado”, para la docencia y para la ciencia histórica, pero sin renunciar a la vida y a la bonhomía que reflejaban sus ojos siempre sonrientes. Sus alumnos...

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