Una de las obsesiones de Domingo Faustino Sarmiento eran “los árabes”. Alternativamente intercambiables por “beduinos”, “bereberes” u “orientales”, representaban para él la enzima nutriente de la barbarie, el individuo aislado y ambulante incapaz de formar una comunidad política moderna. Todo estaba, por supuesto, en su cabeza. Habib Naschbe, considerado el primer inmigrante libanés de Argentina, llegó recién en 1868, hacia el final de la presidencia de Sarmiento. Y 121 años más tarde, cuando Carlos Menem asumió la presidencia de la nación, un descendiente de la comunidad árabe se volvió el representante de esa modernidad política que Sarmiento ayudó a fundar. Menem llegó a ese puesto por la vía del peronismo y esto no es una casualidad. Perón redefinió los límites de las ideas de pueblo y ciudadanía en una noción socialmente universalista que, como señalan Raanan Rein y Ariel Noyjovich, “abrazaba a todo aquel que apoyara la política del líder...

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