Abstract

Los textos de este dossier muestran cómo la herramienta del paro está siendo apropiada y reinventada por los movimientos feministas para politizar la cuestión de la violencia contra las mujeres y los cuerpos feminizados y conectarla con las violencias sociales, económicas y políticas. En particular, es notable cómo el impacto y los significados del paro se ampliaron gracias a una multiplicidad de alianzas inesperadas y de coaliciones que fueron impulsadas con este horizonte organizativo. Este proceso político, además, está produciendo dinámicas que tejen un nuevo internacionalismo, en el que la precariedad es un punto en común pero singularizado a partir de conflictos concretos. De este modo, las luchas feministas están elaborando nuevas imágenes de contrapoder, formas de soberanía popular que desafían la fe estatal, insurgencias que renuevan dinámicas de decisión y autonomía, y formas de auto-defensa y fuerza colectiva.

¿Cuánto dura un temblor? No es un momento, es un movimiento, podríamos decir evocando a Black Lives Matter. El 8M sentimos la tierra temblar debajo de nuestros pies. Los días previos nos movimos con la certeza de que era decisivo lo que hacíamos o dejábamos de hacer, organizamos asambleas, fuimos a pequeñas reuniones acá y allá, conversamos, escribimos, escuchamos, nos peleamos, conspiramos y fantaseamos. Hasta soñábamos por las noches con lo que nos quedaba pendiente hacer para los días por venir. Compañeras en distintos lugares del mundo hacíamos cosas parecidas al mismo tiempo. Coordinadas por palabras-consignas e intuiciones. También por gestos que ni siquiera sabíamos que habitaban en nosotras. Imantadas por un extraño sentimiento compartido de furia y complicidad, de potencia y urgencia. Pero sobre todo deslumbradas por la sorpresa de esa coordinación múltiple y efectiva.

Funcionamos conectadas por imágenes que se acumulaban como contraseña: de las calles pasaban a las redes y de las redes a nuestras retinas, sellándose como parte de una imaginación transnacional, multilingüe. Tejimos, con el horizonte de aquellos días, un nuevo internacionalismo. A muchas nos partió la vida.

Decidimos colectivamente apropiarnos de la herramienta del paro. Esa herramienta nos permitió conectar la violencia machista con la violencia política, económica y social que explicaba la trama compleja pero fundamental bajo la cual las formas de explotación actuales hacen del cuerpo de las mujeres un nuevo territorio de conquista. Hablar de paro nos facilitó explorar de otra forma las violencias, conectarlas con los hogares estallados y con las tierras arrasadas por el agronegocio, con las diferencias salariales y el trabajo doméstico invisibilizado, con los modos en que el protagonismo femenino de las economías populares enfrenta la crisis; también con la explotación financiera por el endeudamiento público y privado y con las formas de disciplinamiento de nuestras desobediencias a manos de la represión lisa y llana del estado y de la persecución de los movimientos migratorios; a la manera en que se encarcela a las mujeres más pobres criminalizando economías de subsistencia y a las que practican el aborto.

Al mismo tiempo obligamos a esa clásica herramienta del movimiento obrero organizado a mutar, a ser reconfigurada, reconceptualizada y reutilizada por realidades de vida y trabajo que escapan a los límites gremiales (a su economía de visibilidad, legitimidad y reconocimiento) y que asumen la precariedad como condición común pero diferenciada por cuestiones de corte clasista, sexista y racista. Esta forma de entender la violencia como una red de formas de explotación del capitalismo contemporáneo nos permitió hacer del feminismo una forma de organización, una práctica de alianzas y una lengua difusa verdaderamente transversal y expansiva.

Gritamos ¡NiUnaMenos, VivasNosQueremos! y sentimos que ese grito común retumbaba en las casas y en los barrios, en las asambleas y en las calles, en las escuelas y los trabajos, en las ferias y en las tomas de tierra, en las redes y en los sindicatos. Nos acuerpamos y nos conectamos con el cuerpo-territorio, dijeron las feministas de Abya Yala,1 que estando en la primera línea de fuego contra los proyectos neo-extractivos y la extensión de la frontera del agribusiness, recuerdan otras temporalidades de la lucha.

Con ellas hoy sigue temblando la tierra: porque ahora mismo la defienden en la Amazonía de Bolivia frente al avance que acaba de aprobar el parlamento para liquidar al parque nacional y territorio indígena Isiboro Sécure, TIPNIS. También con las combatientes de Rojava persevera el temblor.

El movimiento tiene palabras pero no se hace sólo con palabras, como si ellas flotaran recolectando significados acá y allá. Como si fueran palabras mágicas. Un sonido de vibración, no de palabras, fue lo que compuso un masivo cuerpo vibrátil debajo de la lluvia cuando hicimos en Argentina el primer paro nacional de mujeres el 19 de octubre de 2016. Era ese grito que se hace golpeándose la boca. Un aullido de manada. De disposición guerrera. De conjura del dolor. De tembladeral que desencaja el cuerpo y lo conmueve. Un grito muy viejo y muy nuevo, conectado a una forma de respirar.

El 19 de octubre fue la primera huelga de mujeres de la historia argentina, aunque rápidamente dejó de ser solo nacional. Paramos el país durante una hora todas coordinadas, pero durante la jornada entera lo hicimos de mil maneras diversas y entrelazadas. Hicimos temblar el tiempo. Durante todo el día nos resistimos a hacer otra cosa que no sea organizarnos para estar juntas. En nuestro método de desborde práctico (de desmesura) nos dimos cuenta que en varios lugares del mundo miles de mujeres nos enhebrábamos en la necesidad de movilización para salir del confinamiento al que obliga el duelo privado. En aquella fecha, duelamos el asesinato, bajo métodos coloniales, de la joven Lucía Pérez. Violada y empalada hasta morir en los mismos días que 70 mil nos reuníamos en el Encuentro Nacional de Mujeres de Rosario, haciéndonos marea, la más numerosa que se recordara en los 31 años que lleva esa convocatoria en nuestro país. A la rabia que inundó las redes al conocerse la noticia, dijimos “encontrémonos en asamblea.” Y allí surgió esa idea- fuerza del paro. Nos rebelamos a que nos gane el terror y la parálisis frente al crimen que se quería ejemplar y aleccionador. Nos negamos solo a un lamento virtual.

Aparentemente desmedida para ser organizada en una semana (¡irracional desde el punto de vista de muchxs que no estuvieron en la asamblea!), pero que desde ahí se percibió como completamente posible y realista. La asamblea produjo una racionalidad de otro tipo y organizó una forma de decisión y unos modos de operativizarla. Convocar a un paro, a un año del ascenso del gobierno neoliberal de Mauricio Macri, fue un gesto que no había tenido ninguna fuerza política “organizada” hasta el momento. Y sí, como cantamos luego en Plaza de Mayo: “Sí se puede, el primer paro a Macri se lo hicimos las mujeres.” Ese día nos sentimos orgullosas de que las imágenes de los líderes sindicales negociando los términos de la obediencia y el ajuste nos dieran risa. Mientras la CGT tomaba el té con el gobierno, nosotras tomábamos las calles. Nos sentimos orgullosas de esa marea apretujada que nos devuelve a nuestros lugares con el tatuaje vívido del entusiasmo colectivo. Nos sentimos orgullosas de cómo las amigas, las desconocidas, las madres y las hijas, las trans y las travestis, se contaron entre sí las escenas de desacato cotidiano, los chismes de la revuelta, los murmullos anónimos del día que paramos el mundo y nos encontramos entre nosotras. Pero ese fue sólo el primero, el que inauguró –como dijimos entonces– nuestro octubre revolucionario. Fue el que nos decidió a lanzarnos a convocar el paro internacional del 8 de marzo de 2017.

Así empezó a amasarse, vociferarse, debatirse y, sobre todo, construirse en una serie de espacios múltiples, en claves diversas, en conjugaciones que permitieron que el paro aloje y se ensanche con realidades heterogéneas, con geografías que estando distantes se imbricaron por zonas y espacios de conflictos que no se reducían a los límites estatal-nacionales. Y volvimos a conjugar las preguntas para hacer del paro una herramienta que no consolidara según los confines exclusivos de quienes pueden hoy considerarse trabajadorxs desde el punto de vista del empleo asalariado en blanco y sindicalizado: ¿Qué significa hacer del paro una medida apta para las trabajadoras informales y cooperativistas? ¿Cómo logran parar quienes se dedican a las tareas domésticas y de cuidado que parecen no tener pausa posible? ¿Cómo los sindicatos se sienten a la vez desafiados y revitalizados por esta interpelación del movimiento de mujeres? ¿Por qué el paro es una medida que tiene que ver con repudiar la explotación de nuestro tiempo en sus variadas formas? ¿Cómo el paro deviene una modalidad de politización de las precariedades? ¿Cómo se logra dar cuenta de esta multiplicidad de realidades que son la clave de un mapeo del mundo del trabajo en clave feminista?

Las asambleas se multiplicaron. Fueron momentos de elaboración práctica de una crítica concreta al neoliberalismo a partir de producir y experimentar alianzas insólitas. Asambleas en los sindicatos y en las comisiones internas, en los barrios, en las fábricas y oficinas, en los centros de salud y en los movimientos sociales, en los colegios y en las plazas. Es en ese espacio de muchas donde las palabras no pueden despegarse del cuerpo.

Donde poner la voz es gesticular, respirar, transpirar y sentir que las palabras resbalan y se traban en el cuerpo de las otras. Contra la idea de que un paro se organiza sólo de modo virtual o por convocatoria de redes, la trama de la asamblea, de su reiteración obstinada y en distintas escalas, vuelve a poner en escena lo trabajoso del cuerpo a cuerpo, del desacuerdo permanente, del mapeo a viva voz de las experiencias divergentes y las disidencias concretas e irreductibles. El modo del compartir un espacio, de escuchar pacientemente las intervenciones y, finalmente, de sostener esa tensión que es pensante sin ser necesariamente productora de consensos, evidencia que la heterogeneidad no es sólo una cuestión discursiva.

Estar reunidas en asamblea como un modo laborioso de estar con otras nos quita de una relación pasiva o cínica con la crueldad que las violencias machistas machacan de modo tal que pretenden hacerse paisaje cotidiano. Nos desplaza también del modo victimista de padecer los ajustes que precarizan nuestras existencias, que las quieren hacer austeras y miserables, y de encerrarnos en el gueto de género que codifica los padecimientos y las reparaciones. Porque eso fue el paro: salir de la victimización y del estado de duelo permanente al que se nos quiere someter.

La asamblea teje tiempo entre un acontecimiento callejero y otro. Lo dijimos el 19 de octubre y lo volvimos a llevar a la práctica para el 8M: ampliando y redefiniendo la herramienta del paro estamos enlazando la violencia femicida con su trama económica y política. Esto vuelve al paro una herramienta revulsiva y no de negociación. Y nos pone alertas también contra usos “light” o despolitizados del paro, que intentan vaciar su sentido político y convertir al movimiento de mujeres en una bandera multiuso pero inofensiva o al paro en una especie de performance solamente simbólica.

Ya lo intentan con la torsión en términos de seguridad frente a los femicidios: es decir, el intento mediático e institucional de plantear la violencia machista como si se tratara de un problema más de inseguridad ciudadana que se soluciona con un aumento de las medidas represivas a secas. Vimos también la torsión de banalización: aquella que quiere diluir el paro como herramienta concreta, de bloqueo, contestación y desafío para mostrarlo como una mera acción “simbólica.”

Es justamente en la fuerza del paro como modalidad de lucha que atraviesa lo laboral, lo político, lo vital y lo económico donde se construye un nuevo modo de conexión internacional que impulsa un feminismo masivo, de calle, capaz de vincular luchas territoriales, reclamos precisos y deseos de una vida nueva, que se inventa al borde de duelo y del abismo alegre de descubrir una fuerza común.

¿Hasta qué punto el mundo sindical está dispuesto a dar espacio a esta resignificación del paro? Lo interesante es el modo en que el paro ha puesto en ebullición interna a muchos sindicatos. Muchas compañeras no dudan en señalar un mismo punto: para las que ingresaron a la tarea sindical en los últimos tiempos, no hay contradicción entre la militancia gremial y la militancia del movimiento de mujeres. Más bien se viven como una experiencia de confluencia. Desde el punto de vista de las altas dirigencias, la situación es más complicada: se ha escuchado en reuniones decir en fuerte tono de voz que la legitimidad para convocar al paro solo es de los sindicatos. La legitimidad así expresada se parece a un alambrado. No es un tema menor: de su efectiva convocatoria depende garantizar las condiciones efectivas para que miles de trabajadoras puedan parar sin sentir que ponen en riesgo sus puestos de trabajo. Como dijeron las trabajadoras de la economía popular2 el último miércoles de febrero, bajo el rayo del sol, en una asamblea que tomó el centro de la ciudad: “Es esta protesta para nosotras un aviso de incendio, porque en este momento tan difícil para nuestro pueblo somos las mujeres las primeras que perdemos el laburo, porque nos cuesta llevar el pan de cada cena. Nos cuesta reproducir la vida.” En esa asamblea había muchas mujeres que habían participado de distintos movimientos de desocupados en la época del 2001. Pero aún más impactante fue la presencia de una nueva generación: las hijas de las piqueteras3. Jóvenes que tenían 5 o 7 años cuando sus madres estaban en las asambleas de desocupadxs y ahora están en los movimientos vinculados a la economía popular y que, en los hechos, trazan un linaje con aquellas luchas. A diferencia de aquel ciclo de organización, donde el protagonismo femenino fue fuertísimo, emerge ahora una politización que se reconoce explícitamente feminista.

El paro del 8M se fue construyendo en muchas lenguas y dando espacio a muchos reclamos. Desde Paraguay, el llamado al Paro toma para muchas mujeres el significado de la protesta contra el envenenamiento de las comunidades por agrotóxicos. En Colombia, hay un debate intenso sobre el papel que jugó la campaña que agitó la “amenaza del género” a favor del triunfo del “no” a los acuerdos de paz. En Honduras y Guatemala, la organización de la medida se afirma fuerte en el reclamo por los femicidios territoriales contra líderes comunitarias. Hemos recibido un comunicado de las mujeres de las FARC que hacían suyo nuestro llamamiento y firmaban #NosMueveElDeseo para decir que también paraban en la selva. En Brasil, los reclamos subrayan la avanzada de las iglesias contra las luchas por las autonomías del cuerpo. El paro entonces, desborda e integra la cuestión laboral. No la deja de lado, pero al mismo tiempo la redefine y la actualiza. La multiplica sin diluir su densidad histórica.

Con el 8M las movilizaciones integran y desbordan las demandas puntuales. Las integran porque no se subestiman los reclamos concretos -que surgen de investigaciones situadas de distintos colectivos- sobre presupuestos, leyes, modificaciones necesarias en instituciones o reclamos específicos. Y las desborda también porque la puesta en común de los cuerpos en la calle permite parar para darnos tiempo a imaginar cómo queremos vivir y para afirmar que queremos cambiarlo todo. Pero estos dos planos no se experimentan como contrapuestos: no hay reforma o revolución. Hay una simultaneidad de temporalidades que no funcionan en disyunción.

Es esto lo que permite una crítica radical al neoliberalismo. Porque se trata de un rechazo concreto y contundente a los despojos múltiples y a las nuevas formas de explotación con que el capital avanza sobre nuestras vidas. Y también abre una discusión sobre las formas en que pensamos la provisión de cuidados, recursos comunes e infraestructuras para la reproducción cotidiana. El movimiento feminista de masas es una respuesta a los modos filantrópicos y paternalistas con los que se quiere subsanar la precariedad, imponiendo formas conservadoras y reaccionarias de subjetivación aceitadas por el miedo.

¿Qué es el feminismo expansivo, popular, comunitario, villero, que ha logrado traspasar las fronteras de un lenguaje para pocas, que se ha vuelto una clave común, que logra expresar el malestar y los anhelos de muchas? Un modo de feminismo que compone de modo bastante novedoso ser masivo, inclusivo y radicalizado. Y lo hace partiendo de una experiencia que nos atraviesa: las violencias múltiples que hemos empezado a confrontar de un modo que escapa a la victimización.

Lo que nos dice esta experiencia de asambleas y paros para los feminismos que se conjugan de modo múltiple es que la categoría mujer deja de ser una identidad que se relaciona con otras en términos de identidades, para abrirse a tácticas de fuga, a experimentos de subjetivación, que tienen una materialidad concreta: las alianzas insólitas tejidas juntas. Es justamente en ellas donde se nos revelan en nosotrxs fuerzas desconocidas, de donde sacamos coraje con otrxs y nos animamos a hacer lo que no sabemos, y en nombre de esa extraña utilidad común nos apropiamos de tiempos y espacios contra el capital. #NosotrasParamos produjo ese desplazamiento, esa fuerza de movimiento, más allá del alambrado de las diferencias “multiculturales” que vimos estrenarse en los procesos de neoliberalización de los años 90.

Se trata de una elaboración paciente y difícil. Pero las asambleas que reactivan la cotidianeidad de muchas organizaciones (sindicales, políticas, educativas, barriales, comunitarias, culturales, etc.) están produciendo nuevas imágenes de contrapoder, de una soberanía popular que desafía la fe estatal, de insurgencias que han renovado las dinámicas de decisión y autonomía, de cuidado y reproducción, de autodefensa y potencia colectiva.

Son momentos intermitentes y frágiles, pero en la medida en que son persistentes y capaces de producir nuevas formas de acuerpamiento y de poder, podemos decir que no son sólo un momento, sino un movimiento. Así ponen en práctica algo que hoy se pregunta no sólo la alta filosofía: ¿qué significa actuar juntxs cuando las condiciones para hacerlo están devastadas?

* * *

La selección de textos del colectivo NiUnaMenos para este dossier tiene como criterio contar la secuencia que se abre con el paro del 19 de octubre. El primero es justamente el escrito #NosotrasParamos: un texto de urgencia surgido con el ánimo de la asamblea. Tras el impacto y las resonancias internacionales, escribimos #LaInternacionalFeminista, como reapropiación de la fecha del 25 de noviembre, día internacional contra la violencia hacia las mujeres y desde donde lanzamos la primera convocatoria al paro internacional del 8M. Luego el “Llamamiento” al paro 8M, traducido a muchas lenguas, convertido en video en la voz de muchísimas compañeras de distintas partes del mundo. A continuación, un texto que escribimos como genealogía del tejido del paro. Finalmente, un manifiesto titulado “DesendeudadasNosQueremos,” escrito para una acción frente al Banco Central de la República Argentina, el 2 de junio, donde planteamos cómo las finanzas nos someten en nuestra vida cotidiana en especial a las mujeres y por qué son un elemento fundamental de la trama de violencias machistas. Agregamos, también, una crónica de una asamblea realizada entre el colectivo Ni Una Menos y colectivas feministas y compañeras mapuche en la ciudad de El Bolsón, en el sur de Argentina, en respuesta a la criminalización de las luchas indígenas por la recuperación de su territorio.

Luego, presentamos un texto de Rita Segato, antropóloga argentina e interlocutora fundamental en nuestro movimiento. Es clave su mapeo teórico y su perspectiva latinoamericana para desentrañar la ofensiva religiosa que hoy denuncia la “ideología de género” como lectura reactiva del movimiento y también para entender cómo se desarrolla la “pedagogía de crueldad” que hoy toma formas de contrainsurgencia.

Agradecimientos

Un agradecimiento muy especial a Liz Mason-Deese, Ramsey McGlazer y a Marta Núñez, compañerxs generosxs y comprometidxs de estos textos.

Notas

1

Denominación indígena para América antes de su nominación colonial. Hoy con ese nombre se reconoce una asamblea que funciona en Buenos Aires con compañeras de toda la región, pero también es una expresión más amplia que se usa desde espacios feministas indígena, popular y comunitarios.

2

Se trata de trabajadoras “sin patrón,” lo cual incluye distintas actividades cuyo tejido material está compuesto por “cartonerxs” y costurerxs, feriantes y cuidadoras, cocinerxs y agentes de salud comunitaria, limpiadorxs y pequeños productores agrarios, etc.

3

Las piqueteras se refiere a las mujeres que protagonizaron los movimientos de trabajadorxs desocupados a inicios de este siglo en Argentina, cuya herramienta de protesta fue el piquete sobre las rutas y caminos, con capacidad de bloquear ciudades enteras.

Nosotras paramos

Ni Una Menos

19 de octubre 2016

I. Nosotras paramos

Mientras transcurría el 31 Encuentro Nacional de Mujeres, violaban y asesinaban a Lucía en Mar del Plata. Un año antes, habíamos sido reprimidas en esa ciudad, como este año en Rosario. Contra los que nos quieren parar. Para que no nos paren con su pedagogía criminal. Para hacer pedagogía nosotras, porque juntas vamos a construir una sociedad sin machismo. Porque libertad implica desmontar definitivamente el patriarcado. Nosotras paramos. Porque nos duele y nos indigna que en este mes de octubre ya se cuenten 19 muertas. Paramos porque para detener a la violencia femicida necesitamos plantarnos desde la autonomía de nuestras decisiones y esto no es posible mientras el aborto no sea legal, seguro y gratuito para todas. Mientras las variables económicas sigan reproduciendo la violencia machista: porque nuestras jornadas laborales son dos horas más largas que las de los varones, porque las tareas de cuidado y reproductivas caen sobre nuestras espaldas y no tienen valor en el mercado de trabajo. Porque la desocupación crece dos puntos cuando se habla de mujeres, porque la brecha salarial es, en promedio, de un 27 por ciento. Es decir, que a igual trabajo, las mujeres ganamos mucho menos que nuestros compañeros. En un contexto de ajuste, de tarifazos, de incremento de la pobreza y achicamiento del Estado como el que propone el gobierno de la Alianza Cambiemos, nosotras nos llevamos la peor parte: la pobreza tiene rostro femenino y nos coarta la libertad de decir no cuando estamos dentro del círculo de violencia.

II. Nosotras paramos

Paramos contras las balas que intentan detener nuestra fuerza. Una fuerza que crece en encuentros, movilizaciones, debates. Fuerza feminista, fuerza de mujeres. Paramos contra el disciplinamiento para todas que implica que Milagro Sala esté presa por mujer, por indígena, por haberse organizado, por reclamar no sólo los derechos básicos sino también el derecho de todos y todas a la recreación y la fiesta. Contra la detención y el procedimiento judicial irregular que mantiene como rehén a Reina Maraz, migrante quechuahablante a quien los resortes de una justicia misógina y colonial han condenado injustamente a cadena perpetua. Contra las condiciones que una y otra vez hacen de las cárceles de mujeres espacios donde se amplifican las jerarquías clasistas y racistas. Contra las formas en que en barrios como el Bajo Flores las adolescentes son asediadas y desaparecidas durante días, después de ser amenazadas y chantajeadas, pero también contra el modo en que esos barrios se vuelven cada vez más asfixiantes, tomados por tramas de economías ilegales que habilitan nuevas y más duras formas de violencia. Contra la política retrógrada que inaugura un centro de detención para migrantes, en un claro retroceso respecto de la legislación vigente. Paramos tomando la iniciativa. Mostrando capacidad de reacción frente a una guerra contra las mujeres que se escribe día a día. Nos movilizamos y nos auto-defendemos. Cuando tocan a una, respondemos todas. Por eso, hoy 19 de octubre de 2016 #NosotrasParamos.

Somos las amas de casa, las trabajadoras de la economía formal e informal, las maestras, las cooperativistas, las académicas, las obreras, las desocupadas, las periodistas, las militantes, las artistas, las madres y las hijas, las empleadas domésticas, las que te cruzás por la calle, las que salen de la casa, las que están en el barrio, las que fueron a una fiesta, las que tienen una reunión, las que andan solas o acompañadas, las que decidimos abortar, las que no, las que decidimos sobre cómo y con quien vivir nuestra sexualidad. Somos mujeres, trans, travestis, lesbianas. Somos muchas y del miedo que nos quieren imponer, y la furia que nos sacan a fuerza de violencias, hacemos sonido, movilización, grito común: ¡Ni Una Menos! ¡Vivas nos queremos!

III. Nosotras paramos

Paramos contra los femicidios, que son el punto más alto de una trama de violencias, que anuda explotación, crueldades y odio a las formas más diversas de autonomía y vitalidad femeninas, que piensa nuestros cuerpos como cosas a usar y descartar, a romper y saquear. La violación y femicidio de Lucía Pérez muestran una línea sostenida contra la autonomía y capacidad de decisión, acción y elección y deseo de las mujeres. Lucía fue considerada una cosa a la que hay que darle hasta que aguante y dejada en una sala de emergencias para hacer creer que había muerto de una sobredosis, intentó tapar la verdad. No fueron las drogas, fueron los machos. La violaron y mataron en Mar del Plata horas antes de la represión en la marcha del final del Encuentro Nacional de Mujeres en Rosario. La reunión más transversal y creativa que moviliza identidades y sensibilidades diversas bajo formas de organización también diversas: colectivos políticos, artísticos, barriales, sindicales, etc. Todas sumamente políticas: porque la política es la lucha insistente por la invención de libertades, por la construcción comunitaria y por la ampliación de derechos. Como todos los femicidios, el de Lucía también apunta al disciplinamiento de las mujeres y de todas las personas que se rebelan contra los roles que esta sociedad defiende a capa y espada: serás lo que supuestamente es normal o no serás nada. Y no podrás decir NO porque el costo de decir NO será, en el extremo, la muerte. De un cautiverio a otro. De un tipo de explotación a otras más cruentas. Entre las mujeres menores de 30 años, el desempleo es del 22 por ciento. Precariedad de nuestras vidas. Mujeres convertidas en putas o encarceladas. Trans y travestis reprimidas a diario en las calles mientras no se les asegura su derecho a incorporarse en la vida laboral y se les sigue imponiendo la prostitución como único destino. Mujeres asesinadas por sus parejas o por un empleado. Abusadas por sus padres o golpeadas por la policía. Estamos viviendo una temporada de caza. Y el neoliberalismo prueba sus fuerzas sobre nuestros cuerpos. En cada ciudad y en cada rincón del mundo. No estamos a salvo.

IV. Nosotras paramos

Porque todas las variables económicas dan cuenta de la violencia machista. Los femicidios son el resultado de una serie de violencias económicas y sociales, de pedagogías de la crueldad, de una cultura del “por algo será”, el “algo habrán hecho” que los permite, los justifica y los avala. No son un problema de seguridad o inseguridad. Luchar contra esas violencias exige una respuesta múltiple. Nos implica a todos y a todas, pero sabemos que a los poderes del Estado y a todas sus instancias (nacional, provincial, municipal), sólo se los hace actuar bajo presión social, impulsada desde abajo. Por eso estamos aquí hoy, en todo el país y en varios países a la vez, diciendo #NiUnaMenos, #VivasNosQueremos. ¿Cómo creamos otro mundo posible si las medidas tendientes a esa transformación como el Programa de Educación Sexual Integral son desmanteladas de a poco, o directamente no se aplican en varias provincias? ¿Cómo se atreven a comparar las pintadas sobre una pared con el asesinato y la tortura a una niña? ¿Cómo nos piden paciencia cuando ganamos un 27% menos que los hombres por el mismo trabajo? ¿Cómo quieren que nos cuidemos si al mismo tiempo desde los medios de comunicación nos dicen que las que andamos solas y amanecemos muertas tenemos la culpa? ¿Cómo quieren que tengamos paciencia si nos sacan la jubilación por amas de casa y no toman en serio el trabajo que significa cuidar a la familia? Sí, trabajo. El 76% de los trabajos no remunerados los hacemos nosotras. ¿Cómo se atreven a decirnos que nada de esto es tan grave cuando quitan la capacidad de autonomía económica a miles de nosotras, cuando nos echan de los trabajos, cuando nos bajan los sueldos, cuando nos amenazan con paritarias cada vez más bajas? ¿Cómo quieren que esperemos cuando nos morimos por abortos mal hechos y nos encarcelan si vamos al hospital con un aborto espontáneo? Y así podríamos seguir. Nadie quiere hacerse cargo de estas preguntas. Y menos quieren pensar respuestas que nos incluyan no sólo como víctimas, muertas, cosas, sino como protagonistas con voz propia. Nosotras sí queremos insistir, exigir, preguntar, responder, porque no queremos más víctimas de ningún tipo. Por eso, #NosotrasParamos. Y este pedido se vuelve regional: Bolivia, Chile, México, Perú, Uruguay, Costa Rica, Guatemala, El Salvador. En América Latina nos acompañamos entre todas, porque América Latina será toda Feminista. Contra los femicidios y contra la precarización de nuestras vidas.

Ni Una Menos. ¡Vivas nos queremos!

#LaInternacionalFeminista

Ni Una Menos

25 de noviembre 2016

#NosotrasNosOrganizamos

El 25N las mujeres reclamamos nuestro tiempo, dejamos de hacer lo que nos imponen, para hacer lo que queremos. Encontrarnos, pensar juntas, tomar la palabra, ocupar las calles, las plazas, apropiarnos del espacio público y convertirlo en un espacio de hospitalidad y de libre circulación para nosotras. Vamos a poner en acto nuestra utopía antipatriarcal. Para conjurar el miedo, para hacer visible nuestro hartazgo y potenciar nuestra fuerza en cada territorio. Para crear lazos de solidaridad, redes de autoprotección y cuidado entre nosotras. Encontramos en la otra no una rival, como pretende el patriarcado, sino una compañera: nos hacemos cómplices en una alianza insólita.

Nosotras nos organizamos y por eso el 25N nos encontrará, aquí y en todo el mundo, reunidas en una multiplicidad de formas de organización: asambleas populares, radios abiertas, escraches, clases públicas, cese de actividades en los lugares de trabajo, intervenciones urbanas.

Nosotras nos organizamos y nuestra organización es global. El 25 de noviembre vamos a confluir juntas en una movilización que tiende lazos de Ciudad Juárez a Moscú, de Guayaquil a Belfast, de San Salvador de Jujuy a Roma o a Seúl. Esta articulación que se fortaleció con el paro de mujeres, inaugurando nuestro propio octubre revolucionario, se proyecta hacia una huelga global de mujeres el próximo 8 de marzo. Cruzando lenguas y fronteras como hacemos las mujeres migrantes desafiando la ilegalización de nuestros movimientos, emerge la rebelión contra la violencia, contra la feminización de la pobreza, contra el racismo, contra la falta de representación política, contra el intento de confinamiento de las mujeres y las niñas al encierro doméstico, contra los dogmas religiosos que se apropian de nuestros cuerpos y nuestras vidas, contra la maternidad como mandato y la criminalización del aborto, contra las renovadas formas de explotación capitalista y contra la precarización de la existencia. Contra los despojos múltiples: porque ni la tierra ni nuestros cuerpos son territorios de conquista.

En todo el mundo, nosotras nos organizamos con un grito en común: #NiUnaMenos #VivasNosQueremos. #NosMueveElDeseo.

Llamamiento al Paro Internacional de Mujeres – 8 de marzo 2017

Ni Una Menos

23 de enero 2017

Este 8 de marzo la tierra tiembla. Las mujeres del mundo nos unimos y organizamos una medida de fuerza y un grito común: Paro Internacional de Mujeres. Nosotras Paramos. Hacemos huelga, nos organizamos y nos encontramos entre nosotras. Ponemos en práctica el mundo en el que queremos vivir.

#NosotrasParamos

Paramos para denunciar:

Que el capital explota nuestras economías informales, precarias e intermitentes.

Que los Estados nacionales y el mercado nos explotan cuando nos endeudan.

Que los Estados criminalizan nuestros movimientos migratorios.

Que cobramos menos que los varones y que la brecha salarial llega, en promedio, al 27%.

Que no se reconoce que las tareas domésticas y de cuidado son trabajo que no se remunera y suma, al menos, tres horas más a nuestras jornadas laborales.

Que estas violencias económicas aumentan nuestra vulnerabilidad frente a la violencia machista, cuyo extremo más aberrante son los femicidios.

Paramos contra la violencia institucional que amenaza y persigue a las que ejercen la prostitución y a las trabajadoras sexuales.

Paramos para reclamar el derecho al aborto libre y para que no se obligue a ninguna niña a la maternidad.

Paramos para hacer visible que mientras las tareas de cuidado no sean una responsabilidad de toda la sociedad nos vemos obligadas a reproducir la explotación clasista y colonial entre mujeres. Para salir a trabajar dependemos de otras mujeres. Para migrar dependemos de otras mujeres.

Paramos para valorizar el trabajo invisibilizado que hacemos, que construye red, apoyo y estrategias vitales en contextos difíciles y de crisis.

#NoEstamosTodas

Paramos porque nos faltan las víctimas de femicidio, voces que se apagan violentamente al ritmo escalofriante de una por día sólo en la Argentina.

Nos faltan las lesbianas y travestis asesinadas.

Nos faltan las presas políticas, las perseguidas, las asesinadas en nuestro territorio latinoamericano por defender la tierra y sus recursos.

Nos faltan las mujeres encarceladas por delitos menores que criminalizan formas de supervivencia, mientras los crímenes de las corporaciones y el narcotráfico quedan impunes porque benefician al capital.

Nos faltan las muertas y las presas por abortos inseguros.

Nos faltan las desaparecidas por las redes de trata; las víctimas de la explotación sexual.

Frente a los hogares que se convierten en infiernos, nos organizamos para defendernos y cuidarnos entre nosotras.

Frente al crimen machista y su pedagogía de la crueldad, frente al intento de los medios de comunicación de victimizarnos y aterrorizarnos, hacemos del duelo individual consuelo colectivo, y de la rabia lucha compartida. Frente a la crueldad, más feminismo.

#NosotrasNosOrganizamos

Nos apropiamos de la herramienta del paro porque nuestras demandas son urgentes. Hacemos del paro de mujeres una medida amplia y actualizada, capaz de cobijar a las ocupadas y desocupadas, a las asalariadas y a las que cobran subsidios, a las cuentapropistas y a las estudiantes, porque todas somos trabajadoras. Nosotras paramos.

Nos organizamos contra el confinamiento doméstico, contra la maternidad obligatoria y contra la competencia entre mujeres, todas formas impulsadas por el mercado y el modelo de familia patriarcal.

Nos organizamos en todas partes: en las casas, en las calles, en los trabajos, en las escuelas, en las ferias, en los barrios. La fuerza de nuestro movimiento está en los lazos que creamos entre nosotras.

Nos organizamos para cambiarlo todo.

#LaInternacionalFeminista

Tejemos un nuevo internacionalismo. Desde las situaciones concretas en las que estamos interpretamos la coyuntura.

Vemos que frente al giro neo-conservador, en la región y el mundo, el movimiento de mujeres emerge como potencia de alternativa.

Que la nueva “caza de brujas” que ahora persigue lo que nombra como “ideología de género” intenta justamente combatir y neutralizar nuestra fuerza y quebrar nuestra voluntad.

Frente a los despojos múltiples, las expropiaciones, y las guerras contemporáneas que tienen a la tierra y al cuerpo de las mujeres como territorios predilectos de conquista, nosotras nos acuerpamos política y espiritualmente.

#NosMueveElDeseo

Porque #VivasYLibresNosQueremos nos arriesgamos en alianzas insólitas.

Porque nos apropiamos del tiempo y construimos disponibilidad para nosotras, hacemos del estar juntas alivio y conversación entre aliadas, de las asambleas manifestaciones, de las manifestaciones una fiesta, de la fiesta un futuro común.

Porque #EstamosParaNosotras, este 8 de marzo es el primer día de nuestra nueva vida.

Porque #NosMueveElDeseo, 2017 es el tiempo de nuestra revolución.

#NiUnaMenos #VivasNosQueremos

¿Cómo se fue tejiendo el Paro Internacional de Mujeres 8M?

Ni Una Menos

15 de febrero 2017

El 19 de octubre pasado, la convocatoria a la medida de un Paro de Mujeres en protesta contra el femicidio por empalamiento de Lucía Pérez, una joven de 16 años, logró conectar las violencias machistas con los modos de violencia y precarización laborales, económicos, sociales y territoriales y denunciarlos como una renovada “pedagogía de la crueldad” sobre el cuerpo de las mujeres (en una escena con ecos coloniales innegables).

Tal femicidio ocurrió un día después de la realización del 31° Encuentro Nacional de Mujeres en Rosario (Argentina), donde hubo una participación de 70 mil mujeres, y una marcha que ocupó 40 cuadras de calle. El encuentro sólo apareció en la prensa porque fue reprimido al final. Al inicio del mismo mes de octubre, en Polonia las mujeres convocaron a un paro nacional en rechazo a los cambios que se intentaron imponer en la legislación local para restringir todavía más el acceso al aborto legal.

Tras el Paro de mujeres del 19 de octubre y la constitución de alianzas de mujeres de distintas partes del mundo, surgió el llamado a un Paro Internacional de Mujeres para el 8 de marzo. Los antecedentes de las concentraciones masivas contra los femicidios con la consigna #Ni una menos, realizadas el 3 de junio de 2015 y de 2016 en Argentina, habían mostrado un fuerte poder de movilización. Y en el último año ya se tramaba una coordinación entre distintos países de América Latina.

El Paro del 19 de octubre fue el primer paro de mujeres en la historia argentina y en América Latina. Se llamó a parar durante una hora, en todos los espacios posibles: laborales, educativos, domésticos, barriales, etc. La movilización posterior fue verdaderamente enorme: más de 250 mil personas en Buenos Aires y marchas que se sumaron en todo el país. América Latina se conectó de modo veloz a la convocatoria de huelga.

Utilizar la herramienta del paro permitió poner en escena la trama económica de la violencia patriarcal. Y además fue una enorme demostración de poder porque nos desplazamos del lugar de víctimas para posicionarnos como sujeto político y productoras de valor. Complejizamos la categoría de trabajadoras y evidenciamos que el trabajo es también doméstico, informal, e incluye las formas de asociación autogestivas. Como la consigna #Ni Una Menos ya se había tomado en varios países de América Latina, el 19 de octubre se replicaron rápidamente movilizaciones, en conexión con la convocatoria argentina y por las demandas de cada país frente a la violencia patriarcal.

La organización de asambleas, actos y movilizaciones para el 25 de noviembre (aprovechando otra cita del calendario de mujeres: el día del repudio contra la violencia hacia las mujeres) aceleró un trabajo de conexión transversal entre muchos países, desbordando las usuales iniciativas de la fecha. Vimos que se dibujaba una geografía que iba de Ciudad Juárez a Moscú, de Guayaquil a Varsovia y San Pablo, de Roma a San Salvador de Jujuy. El tejido local y global produjo un nuevo tipo de internacionalismo que se vio en las redes y en las calles. Una nueva práctica de internacionalismo feminista.

Existe una coordinación a través de Facebook de la iniciativa Paro Internacional de Mujeres (PIM), motorizada desde un grupo de mujeres de Polonia a la que se suman activistas de varios países de Europa y de otras regiones del mundo. Junto con la información de una página en internet, en el grupo de Facebook circula también una propuesta de petición a las Naciones Unidas y un manifiesto.

El 23 de enero lanzamos desde #Ni Una Menos un llamado con un contenido diferente de la petición a la Naciones Unidas y del manifiesto. Nosotras entendemos que el manifiesto tiene que ser nutrido a partir de las situaciones y las luchas concretas y enlazarlas a cómo construimos una dinámica que exija cambios sistémicos y que combata el modelo neoliberal, neoconservador, racista y patriarcal dominante. Consideramos que estamos en un proceso de acumulación de nuevo tipo: donde las luchas resuenan y trabajan haciéndose fuertes desde la interseccionalidad.

La Women's March en Estados Unidos del último 21 de enero es parte de este ciclo donde se evidencia una nueva forma de feminismo: el movimiento de mujeres, trans, migrantes desafía quedar sometido al imperio de las nuevas formas de explotación capitalista. Tras esa marcha, hay un llamado también de sus organizadoras a sumarse al 8 de marzo.

Apostamos no sólo a la coordinación virtual, sino a un paciente tejido cuerpo a cuerpo y en las calles. Abrimos interlocuciones y trabajamos cotidianamente en la construcción de redes con todos los países de América Latina y de otras latitudes. El 3 de febrero, en una asamblea abierta y heterogénea, todas las corrientes del movimiento de mujeres de Argentina coincidieron en la convocatoria a las centrales sindicales para que apoyen la iniciativa del paro de mujeres. Justamente apelando a una interpelación de la cuestión del trabajo y al mismo tiempo haciéndolo en clave feminista: no hablamos sólo a las trabajadoras asalariadas y formales, sino que convocamos a inscribir nuestra crítica, nuestros reclamos y nuestra huelga en un marco que cuestiona de lleno la precarización de nuestras existencias y la criminalización de nuestra autonomía.

Creemos que la multiplicidad de convocatorias al Paro Internacional de Mujeres del 8M se hace poderosa cuando pone en escena un linaje de luchas populares y del movimiento de mujeres de un modo nuevo, proponiendo aquí y ahora el mundo en el que queremos vivir y enlazando de modo situado las trayectorias y luchas de cada territorio.

#DesendeudadasNosQueremos

Ni Una Menos

2 de junio 2017

El 10 de mayo, cuando estábamos haciendo cuerpo colectivo en la Plaza de Mayo para evidenciar nuestro contrapoder frente a la impunidad de los crímenes del Terrorismo de Estado, el gobierno de la Alianza Cambiemos comprometía la vida de generaciones futuras tomando miles de millonesde deuda. El mismo permiso que se tomó la última dictadura cívico militar a fuerza de sangre, detortura, secuestro, desaparición, exterminio y apropiación de niños y niñas. Los genocidas y suscómplices silenciaban las voces disidentes y usurpando el gobierno tomaban deuda, confiscabanla fuerza de trabajo y de producción al servicio del capital financiero. Y cuando denunciamos laimpunidad del genocidio amparada por este gobierno, ¿vuelven a endeudarnos?

Esta simultaneidad de hechos nos obliga a gritar: la deuda es otra forma de violencia que pone nuestras vidas en riesgo. Desde que el Gobierno de la Alianza Cambiemos asumió, ingresamos en un nuevo ciclo de endeudamiento, que ronda la cifra de los 95 mil millones de dólares. Esta descomunal toma de deuda se estima llegará al 60% del PBI a fin de 2017.

Las mujeres sabemos, lo aprendemos en nuestra vida cotidiana, lo que significa estar endeudadas. Sabemos que las deudas no nos dejan decir no cuando queremos decir no. Y la deuda del Estado siempre termina derramando sujeción sobre nosotras. Y sobre nuestrxs hijxs. Y sobre nuestrxs nietxs. Nos expone a mayores niveles de precarización y a nuevas violencias. Para tomar deuda, el Estado promete planes de flexibilización laboral y reducción del gasto público que afectan de modo diferencial a las mujeres.

Pero además, somos usuarias, voluntarias o no, del sistema financiero: en los últimos años fuimos bancarizadas compulsivamente, al punto que los subsidios sociales son insumos del sistema financiero. Como jefas de hogar, ocupamos un lugar central en la organización y autogestión de tramas de cooperación. Las corporaciones financieras explotan estas economías comunitarias cobrando comisiones sobre subsidios y salarios y aplicando tasas de interés exorbitantes para préstamos, tarjetas de crédito y microcréditos.

Sin embargo, es con la tarjeta de crédito como festejamos un cumpleaños, con el préstamo hacemos la pieza del fondo, con el microcrédito buscamos emprender ese negocio que nos dejaría sobrevivir. Y así pasamos las noches, haciendo cuentas, separando la parte del león. Esa cuenta del día a día es la que se hace abstracta en las políticas financieras pero que las mujeres le ponemos el cuerpo en cada lugar donde hacemos malabares para llegar a fin de mes. Sujetas a pagar la deuda bajo amenaza de perderlo todo, ¿cómo vamos a poder decir basta a la violencia machista cuando cualquier desequilibrio de la frágil estructura económica en la que vivimos nos deja a la intemperie absoluta? Si vamos a un refugio para sobrevivir a la violencia, ¿cómo pagamos las cuentas al día siguiente?

Las finanzas, a través de las deudas, constituyen una forma de explotación directa de la fuerza de trabajo, de la potencia vital y de la capacidad de organización de las mujeres en las casas, en los barrios, en los territorios. La violencia machista se hace aun más fuerte con la feminización de la pobreza y la falta de autonomía económica que implica el endeudamiento.

El movimiento de mujeres se consolidó como un actor social dinámico y transversal capaz de poner en escena las diversas formas de la explotación económica. Dejamos de ser meramente víctimas justamente porque podemos hacer comprensibles las formas en que nos explotan y accionar colectivamente contra los múltiples despojos. En los dos Paros de Mujeres que realizamos en menos de un año, en articulación con mujeres sindicalistas y con organizaciones de todo tipo, fuimos capaces de poner en agenda y ensamblar demandas del trabajo formal y de las desocupadas, de las economías populares junto con la histórica reivindicación del reconocimiento de las tareas no remuneradas que realizamos las mujeres, y de politizar el cuidado junto al reconocimiento del trabajo autogestivo. En ese marco, creemos que es necesario avanzar en dar cuenta de las renovadas formas de explotación que pauperizan nuestras condiciones de vida y precarizan nuestras existencias, constituyendo el marco en el cual se duplicó la cifra de femicidios. Son cifras que tienen una íntima relación.

Como productoras de valor, decimos Ni Una Menos, ¡Vivas y DesendeudadasNosQueremos!

Nuestros Cuerpos, Nuestros Territorios

Verónica Gago

Universidad de Buenos Aires

4 octubre 2017

Una masiva asamblea fue convocada por Ni Una Menos y organizaciones feministas de la Patagonia argentina el pasado fin de semana en la ciudad de El Bolsón, al borde de la cordillera de Los Andes aun nevada en el inicio de la primavera. La consigna fue: #NuestrosCuerpos #NuestrosTerritorios. ¿Dónde está Santiago Maldonado? Se sintetizaban así varias cuestiones que hoy muestran un conflicto creciente en la región y que tiene al empresario Luciano Benetton en el centro de la disputa.

La desaparición forzada del militante Santiago Maldonado sucedió tras la represión estatal de un corte de ruta realizado por la comunidad mapuche, el pasado 1 de agosto, donde el joven participaba. Este caso, hoy conocido internacionalmente y con una repercusión que ha desbordado los intentos del gobierno de Mauricio Macri por acallarlo, debe ser una y otra vez puesto en relación a un conflicto de tierras que marca desde hace tiempo el ritmo de militarización de la zona. De hecho, el corte de ruta se realizaba en protesta por la detención del dirigente mapuche Facundo Jones Huala, de la Pu Lof en Resistencia Cushamen (provincia de Chubut).

Desde marzo de 2015 esta comunidad ha iniciado un proceso de recuperación del territorio, en manos de Benetton. Quienes la protagonizan son jóvenes que provienen de las periferias urbanas (en particular de la ciudad turística de Bariloche) porque sus familias han sido despojadas de sus tierras y dejadas sin otra opción que trabajar como mano de obra barata en las ciudades desde hace décadas. Varixs jóvenes mapuche han optado por este “retorno” en una clave que es también generacional. En la asamblea, mujeres del sindicato de empleadas domésticas marcaron esa secuencia: “la mayoría de nosotras en esta zona somos mujeres mapuche que fuimos arrancadas de nuestras comunidades para ir a servir a la ciudad y allí nos vimos obligadas a sentir vergüenza de lo que somos”.

La escalada represiva ha abarcado a distintas comunidades en estos últimos meses y se conecta con dinámicas de valorización que se concentran en esa zona “paradisíaca”: emprendimientos inmobiliarios, turísticos y extractivos. La combinación de estos negocios estructura desde hace años el despojo de tierras en la zona y pone en evidencia la complicidad de las instituciones políticas, judiciales y represivas en esta nueva fase de “conquista del desierto”, como se llamó la campaña militar a fines del siglo XIX y que consagra la consolidación del estado-nación con la masacre de los pueblos indígenas mapuche, tehuelche y ranquel. La noción misma de desierto decretaba su inexistencia y la legitimación de la cruzada y sigue operando en estos tiempos como impulso de la apropiación de tierras por parte de empresas transnacionales que han comprado a terratenientes locales o, por artilugios, al estado. Imágenes de aquella “conquista” militar son las que hoy cuelgan en cuadros de las comisarías de la zona: a una de ellas fue llevada injustamente detenida hace dos semanas Elizabeth Loncopan, una mapuche que fue la primer imputada por la desaparición de Maldonado en una aberrante operación para criminalizar a quienes reclaman justicia. El juez que ordenó esa detención finalmente ha sido recusado de la causa, como reclamaron varixs integrantes de comunidades con la ocupación pacífica del juzgado de Esquel. A pesar de que se logró desplazar al juez, un día antes fueron incendiadas casas de la comunidad Vuleta del Río a manos de encapuchados, en un accionar de tipo paramilitar que completa un modus operandi del gobierno que se caracteriza crecientemente por represiones a modo de “cacería” y una criminalización de la protesta social en todas sus formas.

“Nosotrxs no pedimos la propiedad de la tierra, nosotrxs proponemos otro arte de habitar en la tierra”, dijo una de las dirigentes mapuche en la asamblea. Se refería al intento de acotar la disputa a términos de propiedad, una treta que intenta titularizar en términos individuales para luego habilitar la venta (forzada) de las tierras. Hoy esta conflictividad indígena entra en resonancia con diversas formas de conflictividad urbana, trazando un mapa complejo de especulación inmobiliaria de las grandes empresas en la Patagonia o en el norte argentino (sea al ritmo del agribusiness, de proyectos mineros o de complejos hoteleros) que cualifican un aterrizaje territorial de los conflictos cada vez más aguda en términos de enfrentamiento. Esto es: las dinámicas de despojo requieren umbrales de violencia más y más fuertes y encuentran resistencias concretas que son ferozmente criminalizadas.

En la asamblea feminista se cantaba sobre el poder popular y el poder ancestral, en una mezcla que es inéditamente actual porque las comunidades hoy tienen una impronta urbana de sus habitantes más jóvenes y porque en los territorios urbanos hay una búsqueda de lazos comunitarios que no resisten ningún cliché de purismo ni de folklorización.

La asamblea fue un lugar de encuentros no fáciles: más bien una primera instancia de elaboración de un desencuentro histórico entre organizaciones feministas y reclamos de los pueblos indígenas. Puso en acto un tejido de historias, trayectorias y experiencias que tienen la fuerza de plantear la percepción de un presente móvil. Y que obligan al feminismo a rehacerse bajo nuevos nombres y prácticas: como feminismo popular, comunitario, villero, indígena. Formas que permiten alojar la pregunta por cómo el feminismo –callejero y asambleario- puede devenir una práctica anti-colonial a partir de aliarse a determinados conflictos y mostrar en la práctica que le son propios. La noción de cuerpo-territorio y el reclamo de autonomía sobre ambos es una clave de ese desafío común. Por eso, la asamblea puso en acto una forma de acción política que no puede reducirse a una solidaridad abstracta. En la medida en que se vuelve un dispositivo itinerante, movilizado por conflictos, exige un trabajo cuerpo a cuerpo imprescindible para la tarea de despliegue de una inteligencia colectiva que habla muchas lenguas (la de la demanda y la de insurgencia; la de la insumisión cotidiana y la reformulación del espacio público; la del sabotaje y la del duelo; la del territorio y la de la calle). El horizonte de esta conflictividad que encuentra en el feminismo un nuevo espacio de elaboración política es el de perseverar en tejer “alianzas insólitas”, incómodas e irreverentes, si no quiere ser confinada a cuestiones definidas por una idea estrecha de género.

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